VIII
Entre mayas y pueblos del Arco y la Flecha
Chichimeca se torna humillante y calumniador al expandirse la colonización española desde 1530 en la región. Este clímax negativo estalla en castellano como el único sinónimo para gente violenta y sanguinaria; se harán célebres crónicas e informes sobre “la guerra contra los chichimecas”, naciones y culturas rebeldes que enfrentaron al virreinato por casi medio siglo, de 1550 a 1590.
El estigma chichimeca como ser bestial, carnicero, encuerados que mataban a flechazos, comían culebras y acaso se vestían con pieles crudas, permaneció en el imaginario colonial y continuó vigente hasta hace poco. Que la mayoría de los pueblos no fuese así, era lo de menos, importaba etiquetarlos al modo colonizador, más aún en la guerra de exterminio.
1542. Se funda la villa de San Miguel el Grande cerca de un manantial generoso en tierra seca, le llamaban Izquinapan, hoy se le nombra “el Chorro”… y a sus pies el noble Parque Juárez. En principio la villa fungía como empalme de rutas hacia Guanajuato, ante el auge de la minería y la plata; con ello inicia la etapa colonialista en la región.
Hacia 1600, una vez derrotados y algunos pueblos inclusive extintos, los pame, jonaces, guachichiles, guamáres y otros, fueron mezclándose en el Bajío y el Altiplano con mazahuas, otomíes, tlaxcaltecas y otros nahuas antes en la órbita de Tenochtitlan, ahora colaboradores o cautivos de misioneros, encomenderos y terratenientes. Ocasionalmente llegaron esclavos negros, traídos por escasez de mano de obra ante la guerra contra indios rebeldes; los agrupaban en las hoy concurridas calles del “Oratorio”. Estas raíces ya se estudian a fondo en universidades locales y foráneas.
En lo anterior existe una semejanza palpable con los mayas de Quintana Roo, desde el siglo XVI también señalados como “salvajes, caníbales, sanguinarios, bárbaros, huites” y otros epítetos, que llegaron hasta el siglo XX. Si a la Gran Chichimeca se le veía como “campos espaciosos que están hacia el norte-lugar de la muerte”, a la Costa Oriental maya por siglos se le denominó “tierra de guerra”, poblada por gente renuente a ser esclavizada.
En las dos regiones hubo contacto con culturas negras a raíz de procesos colonialistas; en el sureste esta relación fue continua al ser Quintana Roo frontera con el actual Belice, donde la cultura africana se acrecentó y se fusionó con los mayas.
Plaza San Antonio SMA
julio 2017