2017 es el año de dos efemérides que se relacionan directamente con la historia regional de la Península de Yucatán. La primera efeméride ha sido muy publicitada, recreada, conmemorada, y en dado caso, oficializada y “retorizada” en Yucatán y Quintana Roo: me refiero a la Guerra de Castas, que este año se conmemoró el 170 aniversario de su inicio.
La otra efeméride, la que tal vez por cuestiones de neoindigenismo “políticamente correcto”, no se le dio la importancia debida ni en el medio político, académico y cultural tanto de Yucatán como de Quintana Roo; se refiere a la llegada, a lo que se nombraría como Yucatán –“la de menos tierra”, como diría el padre Landa-, de los primeros españoles, en 1517. Al parecer, sólo el gobierno de Campeche, desde el 22 de marzo de este año, puso en marcha un programa de actividades artísticas y culturales conmemorando “los 500 años de la llegada de los españoles a Campeche”.[1]
Crítico del indigenismo, no es mi intención declararme hispanófilo cuando digo que 1517 fue no sólo de pérdida para la civilización maya: creo que la significancia del encuentro del mundo occidental con los diversos grupos mesoamericanos, ha sido establecida, desde el principio de todos los indigenismos, por el padre Las Casas en su “Brevísima relación de la destrucción de las Indias”; fue explicada por los poseedores del Alto conocimiento maya que sobrevivieron el calamitoso siglo XVI;[2] del mismo modo, la exégesis, desde el pensamiento medieval, lo estableció el padre Toribio de Benavente, Motolinía, identificando los procesos de descubrimiento, conquista y colonización, como si se tratara de diez plagas bíblicas, similares a las que sufrieron los egipcios a manos de Moisés: viruela, pestes, hambre, guerras, etc. No obstante, hay que insistir en lo que Carmagnani y otros han defendido: no consideremos a la invasión y conquista del mundo americano, solamente como un proceso de destrucción y violencia, esclavismo y sinrazón del anclaje capitalista en el “nuevo mundo”, “sino también como la configuración de una nueva realidad que supone un cruce, no necesariamente sistemático, de dos experiencias colectivas”.[3]
Tanto desde el 12 de octubre de 1492, como desde febrero de 1517 para el caso peninsular del mundo maya, dos experiencias colectivas fueron tendiendo puentes diversos a lo largo de estos 500 años: sin negar de lo que podemos inferir tanto en estudios históricos, etnohistóricos y etnográficos, de la fuerte presencia de elementos culturales de los pueblos originarios hasta el día de hoy, también no hay duda de que el proceso de occidentalización ha configurado y reconstituido a los pueblos originarios.
¿Cómo podemos estudiar, los aficionados a la historia y los historiadores profesionales, estos primeros encuentros entre estas dos experiencias colectivas milenarias? Existe un sinfín de literatura que comenzó a escribirse desde el Diario de a bordo de Colón: desde las variopintas historias y crónicas de militares, frailes e intelectuales de la lejana corte, las cartografías de la memoria y de la imaginación,[4] así como la importancia que le podemos dar a las visiones indígenas de la conquista. Acercarnos a ese inmenso piélago de textos puede resultar engorroso al principio, aunque para el estudio de los tres viajes por “rutas domésticas” que hicieron Francisco Hernández de Córdoba (1517), Juan de Grijalva (1518) y Hernán Cortés a Yucatán (1519), se encuentra el erudito estudio que Carlos Macías Richard escribió hace más de una década, pues da cuenta de una exhaustiva y puntillosa lectura de ese proceso fundacional para la historia no solo regional sino nacional: resulta que Nueva España nació en las aguas cálidas del Caribe mexicano.[5]
Ahora me gustaría centrar la escritura, al “descubrimiento” de Yucatán efectuado por los españoles. La brevedad nos apremia. Aunque en 1511, como producto de las pugnas entre facciones de lo que se conoció como el “desbarato” del Darién, recalaron a la costa oriental de Yucatán los primeros náufragos, de los cuales solo sobrevivirían Jerónimo de Aguilar y Gonzalo Guerrero;[6] la llegada a Yucatán que abrió la posibilidad al proceso colonial de Nueva España, iniciaría en 1517, con Hernández de Córdoba.[7] ¿Cómo es que se dio esto? Macías Richard indica que los indicios de tierras al norte de las islas Guanajas y de las Hibueras (Honduras), eran más presentes en ese año: recién conquistada y pacificada Cuba, los españoles buscaban fuerza servil para sus negocios, y otros querían brazos de encomienda y para minas.
Indicios, como Ginzburg establece en su método particular de historiografiar, la Península, denominada “isla” en las primeras crónicas y mapas, fue imaginada y tal vez hasta vista vagamente por pilotos españoles antes de 1517: Pedro Mártir de Anglería, en su libro primero de las Décadas, presentó un mapa grabado en madera que mostraba los contornos de una península feraz con la indicación “Bahía de los Lagartos”. Canerio hizo lo mismo en 1503: “Río Lagartos”. En 1502, Colón se había topado con una canoa de considerable extensión, que llevaba a bordo a hombres y mujeres finamente vestidos y de maneras civilizadas: ¿tratábase de pochtecas o mercaderes mayas que dominaban las aguas del Golfo y del Caribe? No sabemos. Sin embargo, tal vez la clave del descubrimiento de la Península provenga del antiguo grumete Antón de Alaminos, quien navegó con Colón en su cuarto y último viaje, y acompañó al desaforado Ponce de León, en la Florida. Esto es lo que piensan Gruzinski y Bernand: nadie parece haber sospechado el universo cultural que se hallaba a 160 kilómetros de mar de la cercana Cuba. Nadie salvo Antón de Alaminos, quien confió su “intuición” al desventurado (desventurado, porque moriría de sus heridas, en 1517) Hernández de Córdoba: “por aquella mar del poniente, abajo de la dicha isla de Cuba, le daba el corazón que había de haber tierra muy rica”.[8] Siendo el piloto mayor de las tres expediciones a Yucatán, todo el cabotaje, las incursiones a bocas de río y lagunas interminables del golfo, no impidieron que Alaminos dejara de concebir a Yucatán como una ínsula.[9]
A partir de 1517, lo demás es historia conocida: desde Catoche, se dieron ejemplos de la fiereza de los “indios” del reino “maya” impulsados tal vez por la conversión filial de Gonzalo Guerrero a la causa de su pueblo adoptivo; los sahumerios de guerra de los mayas, quienes nunca concibieron como dioses a los “castilanes” y les hicieron la guerra; “el Gran Cairo” oriental; el acecho frecuente de las orejas y oídos del omnisciente y supersticioso emperador Moctezuma a los hombres venidos del oriente, la jamaicana de “buen ver” que encontraron en Cozumel los de Grijalva y que fue otra de las lenguas necesarias, el libro de horas de Jerónimo de Aguilar y la fuerza constante de Cortés, la Malinche y el bautizo de la nueva geografía de Tierra firme: Yucatán como un todo, aunque Bernal Díaz, el antiguo soldado, se riera y preguntara quién le puso ese nombre, si no le llaman así.
[1] Diario de Yucatán. “Conmemoran los 500 años de la llegada de los españoles a Campeche”. 9 de enero de 2017.
[2] Véase la “Segunda Rueda Profética de un doblez de katunes”, en El Libro de los Libros de Chilam Balam. Traducción de sus textos paralelos por Alfredo Barrera Vásquez y Silvia Rendón basada en el estudio, cotejo y reconstrucción hechos por el primero, con introducciones y notas. México: FCE, pp. 68-85.
[3] Marcello Carmagnani (2011). El otro Occidente. América Latina desde la invasión europea hasta la globalización. México: FCE, p. 36.
[4] El señero libro de Michel Antochiw, Historia Cartográfica de la Península de Yucatán, es la obra de obligada lectura.
[5] Carlos Macías Richard. “Alborada del Caribe mexicano. La costa Yucatán-Honduras bajo la conquista temprana del Nuevo Mundo, 1501-1536”. En Carlos Macías Richard et al. El Caribe mexicano. Origen y conformación, siglos XVI y XVII. México: Universidad de Quintana Roo-Miguel Ángel Porrúa, p. 11.
[6] Bernal Díaz del Castillo. Historia verdadera de la conquista de la Nueva España. México: Editorial Porrúa, 2009., pp. 46-48.
[7] En este artículo, está de más decir que no trabajo la “inconclusa” conquista de Yucatán. Para eso, véase el clásico libro de Robert Chamberlain, Conquista y colonización de Yucatán, 1517-1550…Guillermo Goñi ha realizado igual un estudio comparativo entre las conquistas de Anáhuac y el área maya.
[8] Carmen Bernard y Serge Gruzinski. (1996). Historia del Nuevo Mundo. Del descubrimiento a la Conquista. La experiencia europea, 1492-1550. México: FCE, p. 249.
[9] Sobre Alaminos, cfr. Jesús Varela Marcos. (1992). Antón de Alaminos, el piloto Palermo descubridor de las costas del seno mexicano, Palos de la Frontera, Ayuntamiento.