Hace una semana tuve la oportunidad de escuchar, en la Universidad Politécnica de Bacalar (UPB), una conferencia magistral impartida por la Dra. en geología, Rosa María Leal Bautista, adscrita a la Unidad de Ciencias del Agua del Centro de Investigación Científica de Yucatán (CICY). Su tema versó con la cultura del agua: el agua como recurso y oportunidad, en donde hizo referencia a la conformación del acuífero kárstico de la Península de Yucatán, los retos actuales del agua y la necesidad de fortalecer un sistema de ciencia y tecnología para el monitoreo del recurso, así como la necesidad de crear zonas de reserva hidrológica, que es un mecanismo científico para proteger las zonas de recarga y evitar contaminación de los acuíferos.
En países desarrollados como Estados Unidos, estas zonas de reserva hidrológica son muy necesarias, pero en México, únicamente el estado de Yucatán, en el norte, cuenta con este instrumento científico desde el año 2013.[1] Hay que aclarar bien las cosas: esta reserva hidrológica no significa la “veda” permanente de que el hombre realice sus actividades en cuerpos de agua –ríos, lagunas, cenotes, aguadas- sino, más bien, de que estas actividades se realicen bajo un plan riguroso ambiental,[2] y el hecho de que en la zona de reservas se active un plan de monitoreo continuo y una información del agua, y que sirva al Estado, garante del derecho humano al agua. Las zonas de reserva integran aspectos de condiciones de explotación, calidad del agua, uso, biodiversidad y salud del ecosistema, así como salud pública. Con esta zona de reserva, se alcanzaría una gestión íntegra y sustentable del recurso para las actividades económicas de la Península.
Interesado en temas que son afines a la geografía de Quintana Roo, y más por el hecho de que actualmente existe una contradicción de ideas y pareceres sobre la posibilidad de que se declare Área Natural Protegida (ANP) al sistema laguna de Bacalar debido a que muestra un considerable deterioro ambiental, me puse a tomar nota de las consideraciones y análisis de la Dra. Leal. Supuse que un ANP es diametralmente distinta a una Zona de Reserva Hidrológica.
Cuando se supo de la posibilidad de que el sistema lagunar sea declarada ANP, de inmediato, las voces en pro y en contra se dejaron escuchar: de comuneros, ciudadanos, políticos del traspatio y hasta uno que otro experto en el dicho fácil y demagogo, reaccionaron al unísono. En Bacalar, estas voces llegaron a un punto de acuerdo, para señalar que “todo el pueblo de Bacalar defendería el futuro de la laguna”.
Entiendo el desacuerdo y la inquina de algunos actores sociales de ese “pueblo mágico”, considerando que un ANP pondría en aprietos económicos a su magia o hechizo pueblerino que no cuenta con más atractivos que la laguna y el fuerte de Bacalar; un “pueblo mágico” administrado como un puesto de tacos de cochinita o un sindicato charro, y que no oferta con prontitud y eficiencia los servicios públicos: calles convertidas en ciénagas o paisajes lunares, alumbrado público oscurecido, sin un completo sistema de drenaje; y en el Bacalar que no se encuentra frente a la laguna, en “el otro Bacalar” de la violencia y la polvareda, los servicios públicos no se presentan.
Entiendo que el turismo en el sur del estado es muy espaciado, por no decir frágil y a cuenta gotas. ¿Pero a quién le interesaría un turismo caníbal y desaforado que no respete los mínimos ambientales, sea promotor de iniquidades sociales[3] y llegue al punto del ecocidio como en Tajamar? Tal vez aquí deberíamos hacer reflexión sobre qué clase de turismo queremos para el sur de Quintana Roo. Y hay que tener en cuenta que, en casos como la frágil relación sistema lagunar de Bacalar-Turismo, deben eexistir factores óptimos que condicionen la actividad turística, los cuales se hace necesario preservar o construir: la característica del relieve de los pueblos, la historia y cultura misma, la accesibilidad a ellos, la característica de sus pobladores (fomentar una cultura turística sustentable), museos, entre otros. Esto es lo que se conoce como el turismo rural, de naturaleza, el ecológico, o el turismo histórico cultural.[4] Este es el turismo que se debe presentar y fomentar tanto en Bacalar como en Chetumal, no el turismo de masas, de “sol y arena”.
En ese sentido, las autoridades locales bacalareñas deberían de hacerse presentes a todo lo largo de estas conferencias magistrales y seminarios, escuchar toda la plática y no solo apersonarse en las ceremonias protocolares, como hiciera el representante del alcalde de ese municipio sureño, para acto seguido largarse. Pero la kakistocracia[5] bacalareña, está en su condición huir de las admoniciones de la ciencia. En fin, como no soy político sino un simple profesor, resumamos algunos puntos clave de la plática de la Dra. Leal.
Es un hecho que, en el acuífero kárstico de la Península de Yucatán, prácticamente toda el agua se filtra al subsuelo. Las rocas sedimentarias, calizas, dolomías y evaporitas, con grosor de 1500 metros de corteza, se asemejan a una esponja donde escurren las aguas, y esto da como consecuencia, que la única fuente disponible de agua dulce sea la subterránea; cuando se da la erosión por disolución de la roca carbonatada, promueve condiciones cársticas como las dolinas, mejor conocidos como cenotes en la Península.[6] El agua, la poca agua dulce con que se cuenta, su conocimiento y cuidado debe integrar a los actores no solo federales y estatales, sino igual a los municipales. El manejo de este recurso debe estar integrado en tres francos: la relación sector privado, gobierno y academia. Y en este punto me gustaría conocer los trabajos que desde la Universidad de Quintana Roo ha realizado el Departamento de ingenierías, donde se cuenta con una carrera de ingeniería ambiental. ¿Existen estudios profundos, necesarios e integrales, como el que está realizando el CICY Yucatán en su unidad Cancún? La necesaria relación academia-sociedad-gobierno-ambiente, no es asunto de menor cuantía.
La doctora Leal comentó, respecto a la laguna Bacalar, que este cuerpo de agua al sur del estado debe ser visto de forma integral, como un sistema conectado con el río Hondo, y se pregunta ¿cómo se mueven las recargas, los pozos de distribución?, ¿hacia donde se dirigen los contaminantes del complejo azucarero industrial del Hondo y cómo impactan a la laguna? Habría que precisar, por medio de cartografía satelital, los flujos locales en la zona cañera, hacia dónde se están distribuyendo los contaminantes terrestres que irrigan los cañaverales. Por los estudios efectuados por el CICY, las respuestas a estas interrogantes señalan que los contaminantes del Hondo afectan no solamente a la bahía de Chetumal, sino a la laguna misma de Bacalar. Es decir, el problema de la laguna de Bacalar no tiene que ver solamente con los poblados que habitan sus márgenes.
Es por eso que los estudios de los expertos del CICY recomiendan que hay que crear una estructura de manejo sustentable del recurso en Quintana Roo, y más en esta vertiente del sur del estado, involucrando a todos los usuarios como el gobierno, la academia y la sociedad. Esperemos que esto sea aí, pues la laguna, donde habitan los estromatolitos y otras maravillas naturales, necesita nuestro cuidado.
[1] Véase Diario Oficial de la Federación, 04/09/2013.
[2] Aquí tenía que estar presente, una muy informada cultura ambiental en defensa del recurso hídrico. En Quintana Roo, es una falacia el decir que el ciudadano no pueda amoldarse a esta nueva cultura ambiental, considerando su muy eficiente cultura y prevención de huracanes.
[3] Pienso en Holbox.
[4] Gilberto Avilez Tax, “Introducción” al libro Experiencias y Aprendizajes en Gestión Pública y Desarrollo Local. Juanita Jiménez Jiménez (coordinadora). UIMQRoo-Cuerpo Académico de Políticas Públicas y Desarrollo Local. Chetumal, Quintana Roo, 2017.
[5] Es decir, el gobierno de los peores. Es un término acuñado por Michelangelo Bovero. Define perfectamente el espantajo político mexicano.
[6] El estudioso y divulgador de la geografía de la península, es el desaparecido maestro, Juan José Morales. De él, véase La península que surgió del mar. Mérida, Gobierno del Estado de Yucatán, SEP, 2009.