Pescadores y náuticos retiran espigones y recuperan 18 metros de playa en ‘El Recodo”

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PLAYA DEL CARMEN, MX.- La historia de la erosión acelerada de la zona conocida como “El Recodo”, ubicada entre la Calle 14 y la Avenida Constituyentes, exhibió durante casi nueve años, uno de los registros más extremos de pérdida de arenales en el destino.

Hoy, una decisión unilateral echa por tierra una historia caracterizada por la Comisión de Presuntos de Actos de Corrupción, con robos millonarios, tráfico de influencias, confrontaciones y, en general, la defensa a ultranza de la presencia de los espigones (además del relleno con escombro y arena) que habilitó la administración del Hotel Gran Caribe.

Pescadores y prestadores de servicios náuticos de Playa del Carmen retiraron por lo menos el 50% de la estructura.

 

Lejos de mantener los arenales en torno del complejo hotelero, la colocación de espigones aceleró la erosión en la zona de El Recodo; pero su proceso lento y constante, provocó una erosión más acelerada, primero en la zona sur de El  Recodo (entre las calles 14 y 16) y con el tiempo, la mar comenzó a golpear los cimientos de hormigón del propio hotel, a pesar de los espigones.

 

Nueve años después, quienes se opusieron desde un inicio contra esta media, pues predijeron lo que efectivamente ocurrió, los pescadores, decidieron tomar la justicia por su propia mano y en una época que representa mayores riesgos (el inicio de año y con vientos pronunciados del norte), decidieron retirar los espigones.

José Gómez Burgos, secretario de la Cooperativa Turística del Mar Caribe, explicó: “La modificación de la corriente hacía que no se recuperara esta duna. Al momento de hacer la liberación y eliminar ciertos obstáculos, se deja la entrada libre de la rompiente normal de la costa”.

“Habían dos posibilidades: que la creciente del inicio de año con luna llena pudiera afectarnos hasta donde está el límite de los costales que tenemos, o hacernos la duna normal, que fue lo que ocurrió a fin de cuentas”, prosiguió.

La acción fue realizada durante los primeros días de enero, “aprovechando la luna llena. Lo que pasa es que, cuando nos agarra el temporal con luna llena, la creciente es mayor y entonces la erosión se hace más notoria y, ya considerando esos cambios, podemos tomar mejores decisiones. También eliminamos unos costales que están dentro, que bloqueaban la corriente de sur a norte; totalmente no, pero sí avanzamos en un 50% y mira el resultado, se ha permitido que la arena pueda acomodarse”.

Con una recuperación de casi 20 metros de arenales, la imagen de la zona es otra completamente distinta; ahora, sólo la presencia el sargazo mancha la imagen de las tranquilas aguas del Caribe mexicano; un tema que también contradijo “las grandes estrategias” que se anunciaron ‘con bombo y platillo’: recuperar el sargazo, enterrarlo en los recién recuperados arenales con el fin de obtener dunas marinas reforzadas con vegetación, a decir de los pescadores, también fue un fracaso.

 

Depredación solapada

 

La construcción en 1997 del Hotel Gran Porto Real supuso una de las más grandes depredaciones de manglares en Quintana Roo, pues no sólo se retiró el manglar que ocupaba el espacio donde luego se construyó el hotel, además fue un motivo más para despejar el área que hoy ocupa el último tramo de la avenida Constituyentes.

Manglar, cocales, vegetación; todo cuanto representaba la “Punta Constituyentes” fue arrasado por las máquinas que construyeron el complejo hotelero propiedad del finado Fernando García Zalvidea. Este proyecto y la habilitación en el 2002 del muelle privado de la empresa Ultramar, propiedad de Germán Orozco, quien contó con el apoyo de la administración municipal de Gabriel Mendicuti Loría, para construir en una zona prohibida, es decir, en la desembocadura de una calle (en este caso avenida), un muelle privado (entonces también prohibido), acabaron con el endeble equilibrio de esa zona.

El empresario Lenin Amaro Betancourt reconoció, que previo a la habilitación del hotel, “la zona contaba con manglar y muchas palmeras de coco; el paso era reducido hacia la playa que era pública debido a la vegetación y justo al centro, donde hoy comienza el muelle, había una palapa que el municipio concesionaba; era un área preferida por los visitantes por su riqueza vegetal, las playas y la tranquilidad del lugar”.

La construcción ilegal del muelle fue justificada con el tema de la competencia entre empresas navieras; disminuir el costo de la transportación, entre otras “ventajas”; “lo cierto es que, de acuerdo al proyecto, el muelle pretendía ser parte de un todo mayor que incluía la habilitación de una marina con waverunners y otros servicios privados que favorecían a Ultramar.

Entre 2008 y 2009, la empresa de García Zalvidea habilitó espigones y rellenó la playa frente al hotel Gran Porto Real, pese a no contar con permisos. Esta estrategia la repitió en sus hoteles en la Zona Hotelera de Cancún, lo que le resultó en una sanción de la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente (Profepa) en Quintana Roo, dependencia que amagó además con presentar una denuncia, por ignorar la clausura de las obras de la empresa de Fernando García; Raziel Villegas, subdelegado de Impacto Ambiental de la Profepa, eventualmente sería amenazado de muerte.

Pero la llegada a la delegación Quintana Roo de la Profepa de la ex senadora Ludivina Menchaca y luego de Carolina García Cañón, la mexiquense impuesta por el propio Enrique Peña Nieto, facilitaron la permanencia del espigón y la violación al Reglamento de la Ley General de Equilibrio Ecológico y Protección al Ambiente (Lgeepa) en materia de Impacto Ambiental.

En plena impunidad y antes de fallecer, el empresario Fernando García Zalvidea puso a la venta sus activos. Panamá Jack es la empresa que compró el Gran Porto Real.

Pese a la negativa de las autoridades de revisar el caso, serían quienes, desde la fundación de Playa del Carmen han insistido en descalificar las decisiones que afectan el delicado equilibrio ambiental, finalmente demostraron tener un interés más genuino hacia el hábitat del que forman parte.

No obstante, faltan por revisar otras construcciones hacia el mar, como la que hiciera el Blue Parrot, al realizar un muro cimentado de muro cimentado de por lo menos seis metros de longitud, perpendicular a la línea costera –mar adentro- (esto supone más de tres violaciones a las leyes ambientales, territoriales y de inmuebles federales). Existe otra que se ubica pocos metros al sur de este club de playa, las cuales permanecen en total  impunidad. (Noticaribe)

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