PASÓN INTERRUMPIDO: A los 88 años, fallece Tom Wolfe, escritor de la contracultura, pionero del llamado ‘Nuevo Periodismo’

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CIUDAD DE MÉXICO.- Tom Wolfe, pionero estadunidense del movimiento informativo denominado el “Nuevo Periodismo” en los años 60 y autor de novelas como La hoguera de las vanidades (1987) y Emboscada en Fort Braggs (1996), falleció ayer a la edad de 88 años en un hospital de Manhattan, Nueva York, según informó su representante.

Tom Wolfe escribió en su “compilación canónica” The New Journalism (1973):

“El realismo no es meramente otra actitud u otro punto de vista literario. La introducción del realismo minucioso en la literatura inglesa durante el siglo XVIII fue como la introducción de la electricidad en la tecnología maquinística. Elevó las condiciones del arte a una magnitud enteramente nueva. Y quien en ficción o no ficción intente mejorar la técnica literaria abandonando el realismo social, será como un ingeniero que trate de mejorar la tecnología abandonando la electricidad”.

Hughes Evans, sobrina de Wolfe, confirmó el deceso, pero hasta el momento no se han revelado las causas de su muerte. En 1961 ganó el Washington Newspaper Guild Awards en las categorías de reportaje extranjero (en Cuba) y humor. Matt Schudel, del diario The Washington Post ofreció su obituario este martes con el título “Tom Wolfe, apóstol del ‘Nuevo Periodismo’ quien captó la extravagancia de la época, murió a los 88”, y señaló:

“Muy raras veces el periodismo había visto tanta audacia desplegada en capacidad de observación, humor irónico y destreza verbal de gusto barroco. El señor Wolfe inventó palabras, escribió desde el punto de vista de sus personajes y sazonó sus páginas con elipsis, itálicas y signos de admiración.

“En 1963, el señor Wolfe era un reportero apenas conocido del New York Herald Tribune. En menos de un par de años, luego de publicar su primera colección de textos ‘The Kandy-Kolored Tangerine-Flake Streamline Baby’, se había convertido en uno de los más famosos escritores de su generación y de mayor influencia. Sus libros se convirtieron en best-sellers, y su prosa explosiva y ágil fue vista como un vehículo perfecto para la época. Él inventó o popularizó frases como ‘good old boy’, ‘radical chic’, la ‘Me Decade’ (alterada a veces como “Me Generation”) y ‘pushing the envelope’”.

José Emilio Pacheco escribió en su Inventario “Corresponsal en pornotopia” para la revista Proceso lo siguiente:

“Tom Wolfe acuñó en 1975 el término ‘pornoviolencia’. Afirmó que la vieja pornografía era la fantasía de deleites sexuales fáciles para un mundo en que la sexualidad estaba fuera de alcance. La nueva, en cambio, es la fantasía de un triunfo fácil para otro mundo en que la competencia por el estatus o rango social se ha vuelto demasiado compleja y frustrante…”

Por todo ello, las narraciones de Wolfe eran seguidas con emoción por sus lectores anglos, aunque presentaban problemas a los traductores en otras lenguas.

Tras el éxito de La hoguera de las vanidades, Wolfe entregó a Rolling Stone el magnífico texto de ficción Emboscada en Fort Bragg, el cual, a decir de la publicación catalana Biblioteca de Bolsillo (que lo sacó hacia 1997 en español), “revela lo que muchos intuyen, pero pocos se molestan en denunciar: las noticias y los reportajes que no cuentan ‘la’ verdad, sino ‘una’ verdad, aquella que más convenga a los intereses de quienes manipulan a los medios”.

Juan Gabriel López Guiz realizó la traducción al castellano del original Ambush at Fort Braggs, advirtiendo al lector las dificultades de conseguir fidelidad con la riqueza de formas y contenido en Wolfe:

“La traducción de Emboscada en Fort Bragg planteaba el problema de trasladar al castellano el habla de los rednecks, los habitantes [blancos]del Sur Profundo de Estados Unidos, un mundo profundamente conservador, que aparece en abrupto contraste con el de la élite ilustrada de la Costa Este. He optado por crear un habla distorsionada y brutal, pero sin hacer que los personajes se expresen con estereotipos lingüísticos de un dialecto o una jerga específicos (por más que en ocasiones pueda existir cierta coincidencia con algunos rasgos dialectales de nuestra lengua). No he pretendido reproducir el efecto que nace de la lectura original inglés, sino simplemente transmitir por medio de ciertas opciones estilísticas una sensación de extrañamiento en relación con el uso estándar del lenguaje.

“El resultado es que, por arte de la traducción, lo que en Wolfe es pura descripción social, se convierte para el lector castellano -que carece de referente sociológico- en un elemento más del artificio narrativo.”

Nacido el 2 de marzo de 1931 en Richmond, Virginia, sus datos incluyen que era un aficionado al beisbol, así como a las clases de tap y de ballet.

Cursó estudios en Princeton y en Washington and Lee University. Fue cofundador del pequeño periódico literario Shenandoah y se graduó en Yale con tesis de 1957 acerca de las influencias comunistas en la literatura norteamericana, “The League of American Writers: Communist Organizacional Activity among American Writers, 1929-1942”.

Para Wolfe, cuatro puntos eran fundamentales con tal de acrecentar lo vivo de un relato realista:

“Construir el texto escena a escena como en una novela; usar la mayor cantidad de diálogo posible; concentrarse en los detalles para definir a los personajes y adoptar un punto de vista para relatar la historia”.

El sitio www.buscabiografias.com define:

“Esta revolución cambió el estilo de los encorsetados párrafos informativos. Los personajes de sus historias alcanzaban la dimensión de protagonistas de una mininovela. Las frases se llenaron de color, exclamaciones y onomatopeyas. Pero, sobre todo, Wolfe logró atraer a la prensa de gran difusión hacia temas y personas marginadas hasta entonces”.

Pasón ininterrumpido

En 1997 apareció en México Ponche de ácido lisérgico (Editorial Anagrama Col. Contraseñas número 166; Barcelona, 1977 455 pp), de Tom Wolfe, cuya crítica fue realizada por el cronista literario de Proceso, Jorge Munguía Espitia, quien redactó en “Pasón ininterrumpido”:

A principios de los años 70 comenzó en Estados Unidos el uso público del ácido lisérgico (LSD). Uno de los grupos que inició esta experiencia y conmocionó a la sociedad fue el encabezado por el escritor Ken Kesey, al que se unieron poetas, novelistas y músicos de la talla de Allen Ginsberg, Lawrence Ferlinghetti, Hunter S Thompson, Peter Orlovsky y Jerry García con los Grateful Dead, así como el mítico Neal Cassady, en quien se inspiró Jack Kerouac para crear el personaje Dean Moriarty de su novela En el camino.

El entonces periodista Tom Wolfe convivió con ellos y escribió Ponche de ácido lisérgico (Ed Anagrama), un testimonio de aquellos días.

La crónica inicia cuando Ken Kesey prueba drogas psicométicas en el Hospital de Perry Lane, como parte de una investigación sobre sus consecuencias. El experimento incluye la toma de LSD y las vivencias que tiene con este ácido lo llevan a percibir colores, sonidos, sensaciones, sabores, volúmenes diferentes, y sobre todo a establecer relaciones extraordinarias entre las ideas y las cosas. El impacto que esto le produce lo lleva a cambiar su manera de entender el mundo y escribe su primera novela Alguien voló sobre el nido del cucú.

Kesey, a partir de la nueva perspectiva que adquiere, se da cuenta que la sociedad moderna impone a través de las instituciones maneras de pensamiento y conductas para mantener dominados a los hombres. La única manera de liberarse de ellas es con la destrucción de la cultura, mediante experiencias psicodélicas que le den acceso a dimensiones que permanecen ocultas. Los nuevos referentes psíquicos que se adquieren con el consumo de la droga permitirán ampliar los referentes de los sujetos, quienes optarán por aquello que les plazca sobre aquello que los somete. De esta manera Kesey invita a varios conocidos a probar alucinógenos y con el tiempo forman el grupo de los Alegres Bromistas, quienes deciden recorrer Norteamérica para difundir la emancipación que se puede lograr con el LSD. En ese momento el ácido lisérgico no es considerado como una droga.

El recorrido lo emprenden en un viejo camión escolar que pintan de muchos colores y que maneja Neal Cassady. El paso por pueblos y ciudades conmociona a jóvenes y adultos por el comportamiento desenfadado de los Alegres Bromistas. Las adhesiones aumentan y Kesey organiza pruebas masivas de ácido en diferentes lugares. El acto consiste en repartir el alucinógeno en refrescos y luego organizar un espectáculo de luz, películas, música y mensajes con la finalidad de que los participantes sientan y vean los niveles ocultos. Los efectos de estas percepciones dan origen a la cultura underground que se manifiesta en el tipo y colorido de la ropa, en el surgimiento del rock ácido, en una literatura que capta y recrea el subsuelo de la realidad, en la expresión abierta de deseos y sentimientos, en la formación de comunas y en el cuestionamiento de la violencia y el abuso con el que se gobierna a la sociedad.

La radicalidad de esta contracultura que inquieta a las buenas conciencias lleva a que los hombres en el poder actúen. Así, emprenden reformas a la ley prohibiendo el consumo de ácidos para luego encarcelar y multar a los adeptos. De esta manera deshacen el movimiento y mediante el miedo limitan sus alcances subversivos.

Ponche de ácido lisérgico es una crónica en donde Tom Wolfe recurre a las técnicas que dieron origen al llamado “Nuevo Periodismo” y que consistió en la utilización de la entrevista periodística con la combinación de diálogos, monólogos y múltiples puntos de vista propios de la literatura. El resultado es interesante, aunque disparejo, hay escenas demasiado largas, y continuas reiteraciones que hacen la lectura tediosa. No obstante, es un libro recomendable para conocer uno de los movimientos contraculturales más importantes de los años 70, así como para reconocer el típico proceder de las instituciones ante todo aquello que las amenaza. (Fuente: Proceso)

 
 
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