Desde hace muchos años, cuando los hoteles de la costa de Tulum comenzaron a venderse como ecológicos, hubo quienes dudamos de esa pretensión, sustentada en el hecho de que, al carecer de servicios públicos municipales (sistema de drenaje, electricidad, alumbrado público), los establecimientos tuvieron que optar por el uso de paneles solares y generadores eólicos para contar con energía y poder operar. También tuvieron que resolver el tratamiento de sus aguas residuales.
Las empresas parecían interesadas en conservar este modelo para distinguirse de lo que estaba pasando en el resto de la costa norte del estado y en múltiples ocasiones lo manifestaron. Incluso se realizaron reuniones, foros y congresos donde se establecieron los principios para el desarrollo de Tulum bajo los parámetros de una gestión ambientalmente congruente y responsable. Por desgracia, esas declaraciones se quedaron en el papel y nunca fueron realmente asumidas por los empresarios, salvo en algunas honrosas excepciones.
Con el paso del tiempo, lo que fue quedando en evidencia, a pesar de las buenas intenciones plasmadas en las declaraciones, es que las aguas negras no tenían el tratamiento adecuado y que muchos hoteles optaron por simplemente descargarlas en el manglar.
Se tuvo que reconocer, además, que la situación estaba fuera del control del municipio, dado el escaso personal para la supervisión y la corrupción imperante.
Simultáneamente, las playas de Tulum fueron cobrando más valor cuando en el resto de la Riviera Maya se impuso el modelo de turismo masivo Todo Incluido. Esto generó una nueva demanda turística para la cual las instalaciones rústicas de la hotelería de Tulum no eran aptas. En este momento, los empresarios miraron solamente sus intereses de corto plazo, se olvidaron de las declaraciones de sostenibilidad que firmaron y remodelaron sus instalaciones, degradando el entorno natural. La peor decisión fue la de introducir los aires acondicionados que el nuevo mercado demandaba, pues para hacerlos funcionar se instalaron plantas de energía eléctrica alimentadas con diésel. Con esta nueva adopción tecnológica los hoteles tuvieron aire acondicionado a costa de contaminar el entorno, con ruido, y la atmósfera, con gases de efecto invernadero.
Ahora están funcionando de manera permanente más de 100 plantas de diésel en la zona costera lo que pone en entredicho el modelo EcoChic que las empresas siguen ofertando, aunque el servicio actual no corresponde con la oferta y el visitante cada vez tiene más dudas sobre la veracidad del producto que le están vendiendo.
La combinación que los mercadólogos crearon con el concepto EcoChic implicaría que, por una parte, la gestión ambiental en la operación del hotel es congruente con los principios del turismo sostenible y, por la otra, lo Chic ofrecería el confort, la calidad y el estilo para una clientela de alto nivel adquisitivo.
Lo que ha sucedido es que de lo Eco no queda sino un maquillaje descompuesto y de lo Chic, sólo el alto precio del hospedaje y uno que otro detalle en el servicio.
Lo que en verdad salva al destino, y que no se reconoce a cabalidad, es la calidez de la gente, mayoritariamente de origen maya, que tiene el contacto directo con el visitante, tanto en hoteles y restaurantes como en el destino en lo general.
De todo esto se concluye, fácilmente, que esta pequeña hotelería disque ecológica, resultó tan letal al medio ambiente como la de los grandes hoteles de la Riviera Maya. Y para sumar a la depredación ambiental, estos pequeño hoteles fueron creciendo sobre la zona de manglares.
Ahora, el daño está hecho y sigue creciendo y las plantas de diésel no se detienen un solo minuto. Además, el abasto del combustible implica una fuerte carga vehicular, que se suma a la de las pipas que retiran aguas negras de las fosas sépticas y las plantas de tratamiento.
Ante tal situación, la nueva administración municipal ha optado por una medida drástica pero necesaria: llevar la red de drenaje a la zona hotelera e introducir la electricidad convencional. Hubiera sido grandioso que el modelo EcoChic funcionara, pero sus promotores sólo lo adoptaron de manera declarativa y cosmética y los ecosistemas ya no aguantan tanta mentira, tanta simulación y tanta porquería.
El riesgo es que, con estos nuevos servicios urbanos, la costa se densifique aún más, incrementándose la presión sobre los ecosistemas.
Todavía quedaría la opción, me parece que justa para los pocos que han sido congruentes con el modelo ecológico, de quienes prefieran no conectarse al drenaje ni a la red eléctrica, vendiendo hospedaje de bajo impacto ambiental para un nicho de mercado que lo demanda. Estos hoteles, en tal caso, deberán adoptar un proceso de certificación que asegure la operación bajo el esquema de lo que se conoce como buenas prácticas en turismo sostenible.
La certificación es un mecanismo de auditoría anual rigurosa, donde no existe la corrupción ni la negligencia y que garantiza la buena gestión ambiental bajo parámetros internacionales, a pesar de las incongruencias en que incurren algunos sellos internacionales que dan su aval a hoteles establecidos sobre dunas costeras o humedales.
Más útil y consecuente resultaría un sello verde, adaptado a nuestra realidad, que la propia Dirección de Ecología Municipal, en coordinación con la Red Tulum Sostenible, otorgara a esos hoteles y a otros que, a pesar de hacer uso del drenaje y la red eléctrica, quisieran someter su gestión ambiental a los criterios de una certificación.
el ambicion del dinero , pronto acabara con tulum y sus semivirgenes playas , comvirtiendolo en un nuevo Cancun , todo a costa de ambicion del dinero , corrupcion de autoridades y malos gobiernos corruptos .
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