Por Jéssica García
MÉRIDA, MX.- “No existe el intento de violación, me dijeron. Me ponía mal saber que lo que me pasó no es grave para ellos, que tuvo que suceder algo peor para que me tomaran en serio. Me dijeron: ¿por qué lloras? ¡No servirá de nada! Estaba contando que me intentaron violar y ¡me pedían que no llorara! Me ponía ansiosa el contacto con el sistema fiscal porque ya no lo ves como una ayuda, sino como una figura que te va a ejercer otro tipo violencia o agresión”.
Es el testimonio de Claudia, de 22 de años y originaria de Campeche. Una de las 119 mujeres que reportó el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública durante 2019 como víctimas de algún tipo de agresión sexual, mientras que el Gobierno estatal difunde que la entidad es la más segura en el país y que la Fiscalía General local es la mejor calificada. Ella, como una más y a nombre de todas las mujeres denuncia que el proceso legal es poco efectivo, cansado, desesperante y desesperanzador al mismo tiempo.
Estudia artes y un día de diciembre del año pasado, de regreso a su casa, en un “horario familiar”, un sujeto intentó abusar sexualmente de ella. Como pudo usó su fuerza física y, sobre todo, su deseo para no ser una más de las estadísticas de violaciones sexuales, así que logró escapar de su agresor. Para su sorpresa, el mismo individuo había intentado hacer lo mismo antes con otra joven.
Aunque pudo liberarse, su martirio no terminó ahí, prosiguió en la Fiscalía. “Desde el primer momento no hay empatía”, recuerda.
Claudia repitió su declaración en ocho ocasiones y en todas fue cuestionada a tal grado que por cansancio quería desistir, sin embargo, prosiguió con su denuncia porque no quiere que otras mujeres corran el mismo riesgo que ella.
“Todo fue muy rápido y estás en estado de shock, pero al llegar ahí te miran extraño, incluso si te ven llorando te juzgan”, describió.
Tras considerar que el hecho de violación sexual no había sido consumado, las autoridades responsables transfirieron su caso a delitos comunes, puesto que “el intento de violación” no está tipificado para clasificarlo en delitos sexuales.
“Te hacen esperar horas. Recuerdo que el primer día llegué como a las cuatro de la tarde y salí como a las 10 de la noche. En realidad, te tratan mal. Me dijeron ¿Por qué lloras? ¡No servirá de nada! ¡Así no vas a solucionar nada! Mientras yo contaba cómo me habían intentado violar. ¿Cómo que por qué lloraba? Porque me siento mal”, reiteró la joven.
Incluso menciona que en esos casos “nadie te tranquiliza, nadie te prepara para la denuncia” y agrega: te cuestionan todo, no se dan cuenta que necesitas tiempo porque en ese momento tienes miedo y a la vez lo que quieres es olvidar lo que te pasó y lo que pudo pasar.
Como parte del proceso, quienes redactaron la denuncia, la imprimieron y luego le pidieron a la joven que la leyera y si había algo qué modificar que lo externara.
“Me pasó como tres veces que no había mencionado detalles; por ejemplo, yo tenía lastimado el labio y la persona escribió: no sabe cómo se lastimó el labio, cuando quise decir que no sabía cómo él me había lastimado el labio”, explicó.
Incluso, considera que le hicieron preguntas absurdas como, ¿qué brazo usó? ¿El derecho o el izquierdo? Cuando ella dice que todo sucedió muy rápido y era evidente que no prestó atención en estos detalles.
Su paso por el médico legista no fue trascendente, ya que no le hicieron muchas preguntas, tampoco la revisaron, el responsable sólo se encargó de rellenar formatos. “No te piden que muestres nada, no te tocan. Sólo escriben, no hay una revisión realmente”.
Tras este suceso, Claudia logró continuar el proceso de denuncia mediante otras vías. Tuvo que ir nuevamente a la Fiscalía y repetir el vía crucis de relatar cada uno de los pormenores. En algo valió la pena, ya que en esta ocasión su caso fue transferido a delitos sexuales.
Aunque ella pensó que ahora serían más amables por la perspectiva que estaba tomando el caso, sólo significó repetir, paso a paso, el proceso anterior.
“Además, mientras das tu denuncia, las personas están platicando o haciendo otras cosas. Realmente no prestan atención a lo que tú estás diciendo”, recordó.
Sobre la repetición de los hechos, la joven señala: es horrible que te pidan la declaración más de una vez porque lo que tú quieres es evitar recordar los hechos que duelen. De repente parece que lo que quieren es que te canses y te vayas.
Durante el proceso, le sugirieron que pidiera un asesor judicial en la misma dependencia y cuando lo solicitó, como respuesta tuvo: hoy no hay disponible y mañana no sabemos.
Otro hecho que consideró desagradable es que durante todo este tiempo ella se encontraba constantemente en los pasillos con la familia del presunto culpable y escuchaba comentarios de algún familiar como “es que ya sabes cómo es, se puso a tocar a otras mujeres”.
“Pareciera que es algo recurrente y aunque por momentos pensaba: ya no quiero seguir. Lo que me impulsaba era pensar: no quiero que esto le suceda a alguien más”, dijo.
Sobre la ayuda psicológica que se brinda, la joven tiene una opinión distinta a la que enuncian las autoridades: no es para ayudarte u orientarte. Es sólo para agregar al expediente y el agresor tiene acceso a ese documento. Incluso a mí me la querían aplicar después de las 10 de la noche, sin comer y cansada. Me ponía mal saber que lo que me pasó no es grave para ellos, que tuvo que suceder algo peor para que me tomaran en serio.
Actualmente el agresor de Claudia está libre y a ella sólo le ofrecieron 60 días de protección judicial, la cual se reducía a rondines esporádicos cerca de su domicilio. Ella afirma que no retirará la denuncia, incluso a pesar de que le ofrecieron “reparación de daños”, porque no quiere dinero sino justicia.
“Yo no quiero que me pague la atención a mis golpes, yo lo que quiero es que él no llegue a dañar a alguien más. No sé por qué no toman en cuenta esto”. (Noticaribe)