Maíz, Guerra de Castas y el surgimiento de Santa Cruz | Por Gilberto Avilez Tax

0
172

Transcripción estenográfica

Muy buenos días. Quiero, antes que nada, dar gracias a Bernardo Caamal Itzá que me invitó a esta plática sobre la Guerra de Castas, y Bernardo me dijo que yo hablara algo sobre la Cruz con respecto al Xok k’iin [las cabañuelas mayas con que los mayas predicen el tiempo anual para sus siembras]. No soy diestro en estas cuestiones del Xok k’iin, el experto es Bernardo, yo respeto su trabajo que tiene más de 20 años de rescatar estos saberes de los pueblos que es importantísimo en todos los sentidos.

Yo soy “guerracastólogo” y quiero dar una ponencia con respecto al surgimiento de Santa Cruz, y que detrás de todo este conflicto bélico que duró más de un siglo, estaba la resistencia de la milpa maya; el maíz era un punto importante cuando surge la guerra en 1847, posteriormente cuandos se construye Santa Cruz, una referencia importante para los pueblos que no tenían capital, y que a partir de Santa Cruz fue la brújula que posibilitó la autonomía de los cruzoob, y posteriormente la autonomía de los herederos de la Cruz Parlante. Entonces, yo titulé esta ponencia “Maíz, Guerra de Castas y el surgimiento de Santa Cruz”.

Antes de 1847, la situación agraria en Yucatán fue tremendísima porque a finales del XVIII y las primeras décadas del XIX, se dio algo que yo llamo “el primer acorde del capitalismo en Yucatán”, y ese acorde estuvo concretizado en la frontera del azúcar: pueblos que en la Colonia no fueron tocados por el dominio colonial de Mérida, como los pueblos alrededor de Tekax y Peto en el sur, y en el oriente por Valladolid y más allá, hasta Tihosuco, sí comenzaron a ser tocados por esta cuestiom capitalista. ¿Y qué resultó de esto? Pues que, a lo largo de las investigaciones realizadas en el siglo XX, este factor agrario de la guerra de castas fue cuestionado por una perspectiva revisionista de la Guerra de Castas. Si había autores desde Sierra O’Reilly hasta Robert Patch que hablaban de este conflicto agrario, posteriormente vinieron otros investigadores con una perspectiva “moderna”, “revisionista”, que decían que la tierra no fue tan importante para el surgimiento de la guerra. Pues yo digo que no, fue tan importante, en una perspectiva micro histórica para el sur de Yucatán, fue tan importante este conflicto agrario para el surgimiento de la guerra. Y hay autores como Arturo Güémez Pineda, entre otros, que ningunean esta perspectiva agraria. Ellos dicen: “saben qué, no fue tan importante lo agrario, mejor veamos las cuestiones fiscales, los malos tratos y hay que ver esto como que no fue tan importante porque no había un apoderamiento completo de las tierras de los mayas.

Tesis revisionista de Arturo Güemez Pineda:

“Los proyectos de privatización de tierras ocasionaron, indudablemente, malestares a los comuneros de los pueblos, pero es cuestionable que hayan incidido como uno, o el principal, de los motivos que causaron la sublevación indígena como lo han afirmado diversos autores, desde Sierra O’Reilly y Howard Cline, hasta Robert Patch. Su influencia, en todo caso, debió ser secundario al problema fiscal o el político-militar que llevó a hacer partícipes a los indígenas de las pugnas de las élites” (Güémez. 2005 Mayas, gobierno y tierras frente a la acometida liberal en Yucatán. 1812-1847 , México, El Colegio de Michoacán-UADY coeditores)”.

Respuesta mía:

¿Desdeña el autor el incipiente emporio que crecía con los cañaverales durante la primera parte del siglo XIX conocido como el periodo azucarero, y que fue casi barrido por la rebelión de 1847? ¿En verdad lo que significó la etapa henequenera para Yucatán, fue un “fracaso de la política liberal”? ¿O fue esa política liberal, en el sentido de una transformación darwinista señalada por Hale, la que puso los mecanismos para la concentración de la propiedad en unas cuantas familias meridanas? Podemos apuntar que, en lo que Güémez ve fracaso de la política liberal, yo observo resistencia agraria por parte de los campesinos armados del oriente de la Península: una defensa de su territorialidad, que cortó en los primeros momentos el avance agrario (1847-1850), que construyó un espacio de autonomía territorial, y que posibilitó el cincelamiento de la frontera sureña y oriental, dando mayores maniobras de sobrevivencia agraria a los pueblos fronterizos que llegarían a la reforma agraria de una forma distinta a como los campesinos del noroeste, convertidos en henequeneros, habían llegado.

Yo digo que no a estos revisionistas. Esta cuestión de los cañaverales, señalo, ¿cómo es que se desdeña la cuestión agraria, si a lo largo de la segunda mitad del siglo XIX, el Territorio de Santa Cruz, que era casi todo lo que es Quintana Roo, estaba presente la territorialidad construida por los de Santa Cruz?

Las políticas liberales que se instauraron a fines del XVIII y la primera mitad del XIX, les puso una barrera por esta guerra que surgió en el oriente, por Tepich, pero que tuvo más presencia y más fuerza bélica en el sur donde estaba la parte neurálgica de esta frontera del azúcar. En mi estudio sobre el partido de Peto, clarifico la continuidad entre la defensa agraria de 1847, de fines del XIX y hasta las primeras décadas de la Revolución en Yucatán. Está, desde luego, presente el conflicto agrario, al menos en el sur.

Hay que señalar esta cuestión de la frontera del azúcar en los montes del sur y del oriente de Yucatán. Existen varias estadísticas del siglo XIX donde se enlistan el crecimiento exponencial de los ranchos azucareros. Había un clima individualizador durante las primeras décadas del siglo XIX. La estadística sobre los números de haciendas y ranchos que se dieron en el Partido de Peto en menos de una década, fue exponencialmente mayor en el caso de los ranchos, los que en su mayoría fueron cañeros: de los 60 ranchos cañeros que había en 1836, la cifra, a un año antes de la rebelión de 1847, llegó a 317, dígito que sin duda dice mucho del desplazamiento de la frontera del azúcar para esa década de 1840. Si ustedes van allá por Sacalaca, por Sabán, por Tepich, por Tihosuco, verán las huellas arqueológicas de esos ranchos cañeros; entonces, los ranchos cañeros estaban llegando a esa parte oriental y podía influir mucho en la sobrevivencia de la milpa maya. ¿Qué hicieron los batabes de los pueblos? Pues dijeron: “oye, nos están quitando nuestras milpas, y hay que hacer una guerra, lo dijeron los chilames”. ¿Qué sucedió después? Pues bueno, a lo largo del siglo XX, vamos a regresar un poco al tiempo presente, cómo es que esa autonomía que fue territorial, que fue cultural, que fue política de los de Chan Santa Cruz, fue completamente barrida por el proceso de la estructuración del Estado regional: primero con el Territorio, después con el Estado de Quintana Roo, y posteriormente con el turismo, ¿no? Pues ahora, con los chavos, la milpa tiene un proceso de crisis y un envejecimiento constante de la milpa. Pero volvamos a la primera mitad del siglo XIX, cuando crece la caña, cuando crece la frontera del azúcar, la respuesta fue la guerra, porque el sistema interétnico yucateco fue completamente racista y no podía haber política más que la fuerza, pero los mayas resultaron demasiadamente políticos y demasiadamente bélicos y lo comprobaron en las anteriores guerras que los blancos de Yucatán habían librado con el centro de México antes de 1847.

Fue importante la milpa para la sobrevivencia de los mayas, pero en clima individualizador de fines del XVIII y la primera mitad del siglo XIX, a la propiedad privada la ponían como primer punto, pero la propiedad privada iba en contra de la milpa porque la milpa era y es un sistema itinerante. Es la propiedad privada que va en contra del pueblo, como sucede aquí en Quintana Roo con la privatización de facto de las playas producido por el turismo, también lo mismo sucedía en la primera mitad del siglo XIX cuando se quiso privatizar el monte. Pongo aquí una carta de gente de Chancenote que escribieron el…donde se habla de la incompatibilidad de la milpa maya y la propiedad privada. Dicen los de Chancenote:

La naturaleza de esta impropia agricultura practicada desde la Conquista hasta nuestros días, exige las variaciones de situación, pues como todos saben, se reduce á tumbar y quemar los campos para hacer sus sementeras. La fertilidad propia de éstos, sólo puede sostener un trienio de labores hasta la tercera cosecha, después de lo cual se hace indispensable la elección de otros para lo sucesivo en la misma proporción. Este inconveniente es de primer orden, para llevar á efecto el asunto que nos ocupa, y mayor á proporción que se atienden las circunstancias de esterilidad en la mayor parte de la extensión de la Península…El derecho de propiedad, según la experiencia de muchos años, en la materia de que se trata, ha sido más bien una prohibición á los recursos de la muchedumbre, que una protección á sus goces…El monopolio en los objetos de interés general es reprobado en los pueblos cultos y tenido como un monstruo, que absorbe los bienes de que debían ser todos partícipe, como un óbice de entidad á los progresos del comercio, la agricultura y otros ramos” (El Siglo XIX, Tomo I, Mérida, martes 2 de marzo de 1841, número 28).

¿Qué decían los de Chancenote con esas palabras un poco raras para el léxico actual de las generaciones actuales? Pues que la propiedad privada ponía un coto a la milpa, porque no se puede trabajar y cosechar la milpa después de tres años. Pues bien, eso es justamente lo que querían hacer las élites yucatecas en la primera mitad del siglo XIX, querían repartir los ejidos pero no a los indios si no a quien podían adjudicárselos, los blancos. Era una cuestión tremendísima, tan es así que todavía, en “la pesadilla neoliberal” del siglo XX, cuando se decreta el fin de la reforma agraria en México, cuando se intenta nuevamente dividir los ejidos con el Programa de Certificación de Derechos Ejidales y Titulación de Solares, y el PROCECOM, su equivalente en lo que se refiere a tierras comunales, muchos pueblos yucatecos y también quintanarroenses no quisieron entrarle al PROCEDE y dijeron: pues saben qué, que sea colectiva, que siga siendo colectiva la milpa, incluso el ejido X-Maben, es un solo ejido inmenso para distintos pueblos. En esta cuestión colectiva maya, la tierra no se divide. Y los mayas del siglo XIX, y los mayas del XX y hasta los mayas del XXI, tienen entendido esto de la no división, aunque no sabemos qué es lo que sucederá a futuro con esta vorágine turística que está en la perspectiva de la privatización, habría que esperar.

Antes de 1847, la milpa fue tan importante para la sobrevivencia de los pueblos. Sin la “santo gracia” no se puede vivir y todo lo que trae la milpa. Pues bien, en años inmediatos a 1847, en Yucatán se dio una terrible crisis agrícola, mucha pérdida de las milpas, y eso dio como consecuencia que se disparara el malestar social, sobre todo, el malestar social entre los mayas. Se dieron unas pérdidas de las cosechas en los pueblos del sur, momentos antes de la guerra de 1847. Y en esta ponencia rescato un informe del erudito Juan Pío Pérez sobre esta crisis agrícola. No sé si ustedes saben quién fue Juan Pío Pérez, uno de los pioneros de los estudios lingüísticos, mayista del siglo XIX, que sirvió como informante de primer orden a Stephens en su libro, Viaje a Yucatán. Pío Pérez fue jefe político del partido de Peto. No era de Peto, era meridano, cuñado de Simón Peón, uno de los hombres más ricos del Yucatán prehenequenero, dueño de la hacienda Uxmal y de la Casa de Montejo. El 21 de febrero de 1843, Pío Pérez notificaba al Secretario General del Gobierno sobre la situación de la cosecha de maíz, manifestando que:

“Los rendimientos del presente año han sido tan bajos que puede decirse no haberlos habido, en razón de que en el año pasado no se quemaron las milpas grandes de monte crecido; y aunque las pequeñas y de monte bajo se hubieren sembrado les faltó las lluvias al tiempo de mazorcar los elotes, de manera que no solo el maíz se perdió sino todas las demás especias de granos” (AGEY, PE, sección Jefatura política de Peto, serie Correspondencia oficial, Notificación de la situación marginal de la cosecha de maíz en Peto, c. 70, vol. 20, exp. 98, cd. 38).

Era el 21 de febrero de 1843 el informe de Pío Pérez, hace 177 años. 1843, momentos antes de la Guerra. Entonces podemos decir que era una sociedad mermada por la crisis agraria la del sur de Yucatán que se presentó cuando la Guerra de Castas. Imagínese: crisis agraria producida por la pérdida de las cosechas, proceso liberalizador-individualizador contra los montes del sur y del oriente, ¿qué da como consecuencia? Y con una clase política reacia a escuchar a las masas. Eso no es nada nuevo. A las clases políticas a lo largo de la historia no sé qué les pasa que no escuchan. Creo que cuando llegan al poder les entra cera a los oídos o no sé qué pasa. Entonces estaba el conflicto agrario y otras cuestiones ambientales. La pólvora estaba seca, y dio como consecuencia la guerra. Una guerra tremenda. No voy a hablar de la guerra, la guerra ha sido tratada innumerables veces, pero sí hay que decir que fue un conflicto de larga duración que duró casi 100 años, yo digo que duró hasta 1936-38. Intermitente, pero en los primeros ocho meses fue una “guerra relámpago” tremendísima. Inició en los montes de Tepich, pero para mayo ya estaban acampando la turbamulta de campesinos en armas cerca de Acanceh. Durante ocho meses, la blitzkrieg, nombrada así por Howard Cline, devastó muchos pueblos, cinceló la frontera, y a la larga posibilitó el Territorio de Santa Cruz que después sería el Estado de Quintana Roo.

Pero hay un mito que explica por qué los mayas no capturaron y saquearon a Mérida, no tiraron al mar al señor Obispo y a los hacendados. De hecho, hay un sinfín de mitos de la guerra de castas que se propalan por redes, incluso por memes, por divulgadores y románticos de toda laya. Y uno de esos mitos habla que no se tomó Mérida porque eran los inicios de las lluvias. Y los mayas, que son guerreros, son primeramente campesinos, milperos, y los estaban llamando los “yumtsilo’b”, los espíritus protectos de sus montes y de ellos, para que vengan a sembrar porque si no el “santo gracia”, el maíz, se va a perder y no tendremos nada. El mito fue recogido por Edward Thompson en voz de Leandro Poot, el hijo de Crescencio Poot, el guerrero casi desconocido en Quintana Roo, y fue propalado por Nelson Reed en su libro La Guerra de Castas de Yucatán. ¿Qué decía ese mito? Que las sh’mataneheeles [hormigas voladoras] fueron las culpables de que no se tomara Mérida, en 1848. Porque estas hormigas voladoras, como parte del Xok K’iin, son anuncio de las lluvias. ¿Qué dice Leandro Poot? Se lo dice a Thompson:

“Cuando los de mi padre tomaron Acanceh pasaron cierto tiempo festejándolo y preparándose para tomar T-hó [Mérida]. Hacía un calor abrazador. De repente aparecieron en grandes nubes por el norte, por el Sur, por el este y por el oeste, por todo el mundo, las sh’mataneheles [hormigas aladas, nuncios de las primeras lluvias]. Al ver esto los de mi padre se dijeron, y dijeron a sus hermanos: ‘¡Ehen! Ha llegado el tiempo de que hagamos nuestra plantación, porque si no la hacemos, no tendremos la Gracia de Dios para llenar el vientre de nuestros hijos”. Reed. La Guerra de Castas de Yucatán. ERA. México. 1971, pp. 104-105.

Reed, hay que decirlo, es el gran mitologizador de la Guerra de Castas. Hay muchas cuestiones que Reed asienta, y se han vuelto dogma entre los estudiosos de la Guerra de Castas, como el mito de las sh’mataneheles, y esto es falso, porque los que aceptan esto, por lógica piensan que los ejércitos mayas del sur y del norte que se formaron en menos de un año, no tenían el avituallamiento necesario, y lo tenían, tenían demasiado avituallamiento. Detrás de los guerreros estaban los que que sembraban, las mujeres que cuidaban, los viejos que cuidaban a los niños de la tribu. Inmediatamente se conformaron, pero no era inmediatamente, sino que tenía una larga, larga historia de organización de los pueblos mayas. Yo digo que no fueron las lluvias, y varios han dicho que no fueron las sh’mataneheles las culpables de por qué no se tomó Mérida. Terry Rugeley, en Rebelion Now and Forever, y Dond Dumond, en El machete y la cruz, dieron explicaciones más plausibles de por qué los mayas no tomaron Mérida: simplemente porque no había más soldados que se les unieran contra Mérida. ¿Y por qué? Por el proceso colonial: desde el siglo XVIII las estancias ganadera para la región de Mérida tenían su dominio, y fue aquí donde más que nunca tenían el dominio la sociedad dominante. Contrario a distritos como Tekax (donde se encontraba el partido de Peto) o de Valladolid donde tanto la iglesia y la educación de la clase dominante ejercía poco control ideológico sobre una población indígena sometida al despojo de sus tierras; en el sur y oriente había una autonomía cultural y despojo sistemático que dieron como resultado la guerra de 1847.

En la parte de Acanceh, el dominio de la sociedad dominante estaba más presente, y si ustedes ven las estadísticas actuales, hay que decir que la lengua maya cercana a los pueblos de Mérida se ha perdido en una proporción mayor que en los pueblos al sur y oriente de Yucatán. Dumond señala lo contrario al mito de las hormigas aladas, pues yendo contra la idea de Leandro Poot, hijo del caudillo Crescencio Poot, recogida por Edward. P. Thompson, y dada como verdad evidente por Reed (1971:104-105), señala que el final del avance rebelde en junio de 1848, no se debió a las sh’mataneheeles, que eran las hormigas aladas, heraldos de las lluvias, que se habían presentado para esas fechas, sino a “la misma naturaleza del levantamiento”. Es decir, por la misma naturaleza del conflicto, los mayas levantados, por lo general peleaban en sus ámbitos conocidos, cercano a su región: los de Tihosuco, por Tihosuco; los de Peto, por el terreno que conocían, los de Yaxcabá, por Yaxcabá, los de Bacalar, en toda la región del Hondo. En las regiones periféricas al sur y oriente, los reclutamientos fueron fáciles de hacer, pero una vez estando entre el Camino Real – Mérida y Campeche, los pueblos cercanos a Mérida-, los mayas de la zona oeste, más compenetrados con el status quo, no secundaron a los levantados del oriente y el sur, y más cuando el gobierno en enero de 1848 había creado la categoría de “hidalgo”, que comportaba una exención de impuesto de forma vitalicia si se unieran al bando yucateco.

Es decir, no estamos hablando de la Guerra de Casta de 1855 ó 1860 donde ya estaba conformado un pequeño ejército rebelde, estamos hablando de los meses después de julio de 1847, y eso, el mito no lo dice, el mito croniquero no señala eso, de que no estaba conformado el ejército, entonces durante los primeros meses se peleaban del modo siguiente: “Yo peleo por mi pueblo porque conozco el terreno, conozco mis cuevas y los yumtzilob’s de mi monte me están cuidando, pero si voy en otro monte, pues ahí hay otros yumtziles y no me van a cuidar, ¿verdad?”. Esa es una cuestión que hay que señalar: estaba presente el mito milpero, estaba presente el Xok K’iin, pero también estaba presente una lógica occidental y una lógica digamos universal: yo nada más peleo en el lugar que yo conozco.

Hay que decir que en la guerra de 1847 la milpa estaba presente, pero una milpa en crisis: en menos de tres años, se dio en los pueblos de la Península una tremendísima pobreza, y frente a la guerra de extermino que se les hacía, los mayas eran tan inteligentes que dejaron sus milpas, dejaron de sembrar, y los ejércitos yucatecos comenzaron a morirse de hambre, literal. Los ejércitos yucatecos comenzaron a incursionar en el nuevo Territorio rebelde que se estaba conformando en 1850 y que no estaba en el horizonte Santa Cruz, pero sí estaba la idea de los mayas de ver al oriente como una zona de refugio, buscando tierras para milpas y sementeras.

Serapio Baqueiro recogiendo informes militares, documentos de la época y hemerografía reciente, señaló el clima agrario de los pueblos momentos antes de la fundación de Santa Cruz. En junio-julio de 1850:

“La campaña entonces había tocado su último extremo, el de la desesperación y la miseria que aquejaba a las tropas y a las familias. En el Oriente, tales eran las escaseces que se padecían, que ya las poblaciones restauradas trataban de una segunda emigración. Y era que las sementeras habían sido agotadas; el enemigo derrotado en todos los encuentros había dejado los campos sin cultivo [N.A: los mayas no cultivaron nuevamente sus milpas, obvio como una forma de sobrevivencia y para golpear a las tropas yucatecas]; había dejado en abandono sus aduares, y se había retirado a lo más espeso de los bosques [el Oriente de la Península yucateca, la zona de liberación]… ¡Los pueblos gemían en la miseria! [N.A: pero eran pueblos alrededor de Valladolid, de Peto y toda la frontera ocupada por los yucatecos] ¡Estaban para morir de inanición!…Las tribus de aquellos lugares habían abandonado sus penates para emprender una emigración hacia las regiones del sur, y no se veía en el desierto oriental más que a los hombres armados que salían al encuentro de los nuestros. Esta emigración volvía un hecho significativo, encerraba el origen de un acontecimiento que marca una época memorable, en nuestra historia, y por eso lo consignamos aquí para cuando sea preciso que nos sirva de cómo base…”

Marca el surgimiento de Santa Cruz. Santa Cruz aparece en el horizonte de la guerra como una respuesta a esa crisis agraria, política y social. Eso fue lo que señala Serapio Baqueiro: un antes y después de la guerra. Sobre el surgimiento de Santa Cruz se ha dado un sinfín de explicaciones, y la explicación más recurrente es el mito de los guerracastólogos, que señala la “genialidad” de José María Barrera. Barrera era un genio de la guerra, ¿eh? Y también hay otro mito, el mito maya de la Cruz de Xoquén que baja al inframundo y llega aquí en el centro de Quintana Roo, y habla. Hay distintas explicaciones para el surgimiento de Santa Cruz. Pregunto: ¿por qué aquí y no en donde está el KM 50, por qué no en Tulum donde está la zona arqueológica?, ¿por qué aquí donde precisamente no había nada? Sí había, pues este lugar era un poco más de la mitad del camino de Valladolid que lleva a la Bahía de la Ascensión. Era el trayecto del camino, pasando por Tepich y Tihosuco, nada se hace de la nada, lo decían los clásicos. Entonces, se pueden hacer explicaciones corográficas, orográficas, geográficas de la fundación de Santa Cruz. La fundación había que entenderla en la crisis agrícola de esos años, la migración constante, la guarnición necesaria a las tropas yucatecas y la pronta respuesta.

El factor vital de todo surgimiento de los pueblos en Yucatán es el agua, pues aquí había un cenote, aunque con exactitud habría que decir que es un aktun (caverna con agua depositada, según el Cordemex). Dice Baqueiro, en eso del descubrimiento del depósito natural de agua: “Una vez descubierta ésta, la gente empezó a concurrir de todas partes a proveerse de agua, y la costumbre adquirida desde los primeros tiempos de la conquista de rendir adoración a las cruces e imágenes de los santos, aunque como ídolos, les hizo encender sus velas y llevar ofrendas a las cruces…” La conseja recogida por Baqueiro señala que Barrera marcó en un árbol de zapote tres cruces, como en el calvario, la cuestión cristiana para señalar el lugar. Y después la gente que emigraba en busca de agua, vio esto y el maya, como es muy creyente, según Baqueiro, daba gracias por el agua prendiendo una vela a las cruces. No sé si se podría conseguir una vela en medio de la selva, la verdad, yo dudo esto de Serapio Baqueiro. ¿Cómo se pueden conseguir velas en la selva y con los ejércitos persiguiéndolos? Pero vamos a seguir con la narrativa del mito: “Los árboles quedaron bien pronto ennegrecidos con el humo de las velas, las familias tomaron la resolución de establecerse en el lugar, acudiendo a bandadas las del oriente, que habían perdido sus depósitos y sementeras, y esto dio por resultado, como Barrera lo esperaba, que se formara la deseada población” (Baqueiro).

Esto es, a grandes rasgos, el mito del surgimiento de Santa Cruz. Todos dan por hecho de que así fue, pero mi explicación de por qué Barrera eligió este paraje para fundar la capital rebelde, son un poco distintas. En primera, no tenemos establecido a las claras si ese era el desnigio principal de Barrera: fundar la capital de un nuevo pueblo que apenas se constituía, pero Santa Cruz llegó a serlo. No sabemos si esa era su idea original, pero Santa Cruz llegó a ser el pueblo de la Cruz, de los elegidos de Dios. Y yo señalo aquí unos puntos:

Arguyo que la razón de que Santa Cruz había sido establecida precisamente en la zona céntrica del oriente de la Península [además porque era el camino de Valladolid hacia la Bahía de la Ascensión donde existía agua], tal vez se deba porque Barrera, entre marzo y octubre de 1850, había trasladado su cuartel general a lo más tupido de la selva oriental, un punto estratégico para atacar a Peto, Valladolid y Bacalar [N.A., les pregunto a ustedes que viajan, ¿a cuántas horas está Felipe Carrillo Puerto de Peto, de Bacalar, de Valladolid? Aproximadamente, dos horas de cada lugar. Barrera era tan inteligente, que vio ese punto geoestratégico para atacar, a todos sus enemigos los tenía casi a la misma distancia de varas cada uno] poder replegarse con seguridad, y teniendo un cenote para abastecerse de agua. Había que agregar la cercanía que da escaparse o tener tratos comerciales con el inglés por la costa cercana del Mar Caribe, en la Bahía de la Ascensión, distante a tan sólo 56 kilómetros de Santa Cruz. Además, el centro de Quintana Roo, donde se establecerían los pueblos de Santa Cruz, era un terreno menos palustre como en el sur de Bacalar: Un visitante del Territorio, en 1937, apuntaba que ‘“Los pueblos de los indios de Santa Cruz se hallan situados a lo largo de un bajo collado o estrecha meseta de terrenos más altos, que permanece más o men os seco, aun en la temporada de lluvias”’. (Gilberto Avilez. Paisajes rurales de los pueblos de las fronteras. Tesis doctoral. 2015).

Se funda Santa Cruz, ¿y después qué sucede? Lo que hemos visto: en la segunda mitad del siglo XIX, la milpa resurgió; durante más de ochenta años el proceso colonizador no se dio, y un tramo más hasta que llegó Fonatur y lo cambió todo: crece Cancún, etcétera, etcétera. Pero la milpa subsistió a partir de la fundación de Santa Cruz. Y con esto termino esta ponencia donde correlaciono al maíz, la Guerra de Castas y la fundación de Santa Cruz, que posibilitó la sobrevivencia de estos pueblos rebeldes, de estos pueblos en rebeldía, y habría que seguir con esta tradición de rebeldía, porque si nosotros dejamos de ser rebeldes, van a venir, etcétera, etcétera, etcétera. ¡Muchas gracias!

Comentarios en Facebook