Y de pronto, como por ensalmo, la furia de las mujeres mexicanas contra un gobierno machista fue eclipsada mediáticamente-mesiánicamente, por el coronavirus. Literal, bajado los decibelios comunicativos por una caja china que comenzó en un crucero varado en Cozumel y terminó con el primer infectado que se encuentra, sospechosa y felizmente, en el Instituto Nacional de Enfermedades Respiratorias.
Hace once años, la psicosis producida por la A H1N1 paralizó el turismo a nivel nacional y, sobre todo, en Quintana Roo. En Quintana Roo, la AH1N1 hizo vivir en el estado una de las caídas de turismo más importantes, registrándose cientos de cancelaciones de vuelo y arribo de cruceros, además de bajas considerables en el número de habitaciones y reservas. Para mayo, un mes después del 23 de abril en que el gobierno federal decretó la alerta sanitaria por la presencia de la A H1N1, 16 hoteles habían cerrado en Quintana Roo y el turismo había descendido a un 85%. Prácticamente, el turismo se vino abajo con aquella contingencia sanitaria que había iniciado en la Ciudad de México y el mundo reculó ante una posible catástrofe apocalíptica que no fue tal.
La clase política de ese entonces, los felixistas-borgistas, no hicieron nada posteriormente para dar mecanismos de respuesta, y aun ahora seguimos dependiendo de un sistema de enclave turístico, frágil por donde se mire, en lo ambiental (recuerden los problemas del sargazo del año pasado), lo económico, lo social y, ahora, la violencia que se cierne amenazante en las zonas turísticas.
Fue un tremendo momento lo que pasó en toda la zona turística de Quintana Roo hace once años con lo de la gripe porcina, el índice de ocupación hotelera estaba casi en ceros, miles de personas de dentro y fuera de la Península perdieron su trabajo, hubo crisis en las familias que dependían directa o indirectamente del turismo, y muchos de la zona maya mejor regresaron a sembrar las milpas infructuosamente.
No se hizo nada con esa experiencia terrible que duró más de tres meses para Quintana Roo, no se buscó desde ese momento mecanismos para reconstituir la economía regional (por ejemplo, dar mayor importancia al campo quintanarroense, a la pesca, a otros productos agrícolas, creando infraestructura necesaria para la miel, buscando un mayor dinamismo en las economías locales de los pueblos) y seguimos aun dependiendo de las “bondades” del turismo extractivista, a pesar de la violencia. Sería terrible que una nueva pandemia se presente en Quintana Roo. ¿Está preparada la clase política de este estado para ese futuro que nos llamó a la puerta con un crucero varado en Cozumel?