OPINIÓN | La revolución femenina, único camino para la sobrevivencia humana

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El mundo construido por los hombres a lo largo de los últimos dos milenos está en un proceso de descomposición irreversible. El capitalismo patriarcal está en una crisis terminal como modelo civilizatorio.

La desigualdad social (la enorme brecha entre ricos y pobres), el deterioro ambiental (la devastación de nuestros medios de vida) y la marginación de las mujeres (que excluye la posibilidad de un balance enriquecedor y necesario) condenan a este mundo a la extinción y, con ello, la sobrevivencia de nuestra especie está en grave riesgo.

El capitalismo patriarcal ha colonizado nuestros deseos, nuestro mundo subjetivo, de una horrenda pero eficaz manera, diferenciando los deseos masculinos y femeninos como si, por naturaleza, tuvieran una diferencia irreductible y derivaran de roles inamovibles.

Las recientes movilizaciones masivas de las mujeres dan nacimiento a una esperanza. Hoy ya es evidente que las excluidas han despertado y que los valores patriarcales, casi naturalizados por un sistema impuesto con violencia, han sido declarados blancos de ataque.

Hoy por hoy, hay que reconocer que la única posibilidad de sobrevivencia humana es que la inteligencia, la sensibilidad y la fuerza de las mujeres se abran paso para derrocar al patriarcado en todas sus manifestaciones: en la pareja, en el hogar, en la escuela, en el trabajo, en la política, en la economía. Todas las relaciones sociales están contaminadas por el machismo y hay que revisarlas, desarmarlas, renovarlas. Otro mundo es posible si y sólo si las mujeres se liberan de la modelización machista con que fueron educadas y, así liberadas, aplastan al sistema que las somete y nos somete a todos a un mundo injusto donde ya no hay futuro. Los hombres tenemos que sumarnos a esta lucha, también revisando la programación impuesta a que hemos sido sometidos.

Hoy, millones de mujeres nos demuestran que ya han despertado, que es irreversible su impacto en la sociedad y que la lucha adquiere una nueva dimensión cuando se ha derrotado al primer enemigo: el miedo.

El machismo y los machos activos, conscientes o inconscientes, nos condenan a un mundo violento, estúpido, absurdo, suicida; un mundo regido por la testosterona. Este modelo, siempre injusto y discriminatorio, hoy tampoco es viable para la sobrevivencia.

Todos esos machos reprimidos, abusivos, acomplejados que sólo conocen la violencia para relacionarse con las mujeres, nos imponen un mundo de porquería donde domina la ignorancia y la desinformación. Hoy, el modelo patriarcal ha sido desnudado en su injusticia, violencia y consecuencias. Sólo la soberbia y la estrechez de mente impiden reconocerlo. Ya no hay dónde pararse para defender este bodrio que nos conduce a la extinción.

Como hombres, reconozcamos y celebremos la irrupción liberadora de la fuerza femenina y cerremos filas con este despertar de las mujeres, sumando una nueva sensibilidad e inteligencia masculinas basadas en el respeto, en el reconocimiento de la igualdad de derechos y en la reprogramación de nuestros roles, sin prejuicios machistas. Hoy, los hombres estamos rezagados y tenemos mucho que aprender de las mujeres; aceptémoslo con humildad.

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