CANCÚN, MX.- Utilizando sus ahorros y sin más finalidad que ayudar a su prójimo, el dueño de una zapatería en el mercado El Parián decidió convertir este espacio en un comedor comunitario, primero para brindarles algo que comer a algunas personas que veía en mala situación alrededor suyo, pero hoy ya atrayendo a largas filas de personas que llegan de distintos puntos de la ciudad.
Ricardo Villalba comentó que están por cumplir 50 días de estar atendiendo, de lunes a domingo, cocinando hasta tres veces al día, para que alcance para todos quienes llegan en búsqueda de un plato de alimento.
Aunque desde hace más de un mes que no tiene ingresos, dijo que por fortuna tenía algunos ahorros, con los que ha aguantado este tiempo de inactividad obligada. En una de sus visitas al local, dijo haber visto a un hombre con su niño escarbando en la basura, algo que lo dejó “frío”. Llamó al niño, para que le dijera a su padre que podían venir por algo que comer.
Fue así como inició, primero con esta persona y algunas otras más. Él con gusto destinó sus ahorros para esta labor. Poco a poco la voz se fue corriendo y la cantidad de gente que llegaba se volvió considerable.
“Al principio era fácil porque solo eramos unos cuantos, pero hubieras visto ayer, la cola llegaba hasta el parque de El Crucero”, comentó el comerciante, quien dijo saber que hay un comedor comunitario allá, pero es de gobierno, con horario estricto y sin atención en los fines de domingo.
Ya en dos ocasiones, dijo, ha estado a punto de “tirar la toalla”, por superar la gente su capacidad de atención. Por fortuna, también hay algunos voluntarios que lo ayudan con eso, y también al difundirse esta labor por redes sociales, se le han acercado asociaciones como los Rotarios a entregar donativos, e inclusive caretas, que son prácticamente imposibles de conseguir.
Agentes policiacos de la zona, que en un inicio los querían cerrar, rápidamente entendieron la labor que se hacía e incluso han hecho sus aportaciones, aunque en secreto, pues lo tienen prohibido.
“Con gente así, seguiremos”, comentó Ricardo, quien dice tomar todas las precauciones, como pedirle a la gente que traiga su traste, mantener la distancia y desinfectar todo con un virilicida especial.
Los hombres y las mujeres, con cubrebocas, se forman en filas separadas, a un metro de distancia. Mientras esperan, una voluntaria les toma la temperatura y les regala desinfectante de manos.
“Al inicio nadie sabía cómo manejar la situación, pero así hemos salido adelante, improvisando y hallando soluciones”, comentó.
Su principal obstáculo actualmente es que los refrigeradores que instaló para el local resultaron estar averiados, situación que lo obliga a llevarse y traer todo desde su casa, donde también cocina parte del alimento que se distribuye.
Lo idóneo sería traer a un técnico, pero eso cuesta dinero, que mejor se usa en comprar alimento.
“Yo cuando llegué hice esta cocina, de loco no más, porque ya había pensado en armar alguna cocina comunitaria, porque vi que en la zona había mucha necesidad. Lo construí todo, acá atrás del local, pero no lo había usado hasta esto”, relató.
De los ocho voluntarios con los que contaba para ayudar con la confección y reparto del alimento, solo le quedan cuatro, pero dice que no claudicará en su esfuerzo por ayudar a los demás en este tiempo de extrema necesidad.
Una de las personas beneficiadas es Moisés, un trabajador de la construcción, quien desde el inicio de la pandemia se quedó sin trabajo y que confesó que ésta es la única comida que tiene en todo el día.
“Vengo casi toda la semana, desde la 77 a pie. Está difícil sacar para la comida y la renta. Allá nos exigen y no hay de otra que estar en la calle en busca de ingresos”, relató. “Son varios casos por allá que nos están amenazando, para que paguemos (renta)”.
Algunos compañeros de trabajo, hoy igualmente cesantes, le comentaron de este comedor comunitario, con lo que resuelve al menos una necesidad apremiante.
“Gracias a Dios por personas como él, porque no cualquiera. Realmente damos muchas gracias”, aseveró. (Agencia SIM)