CIUDAD DE MÉXICO, MX.- Aunque han pasado 19 años desde que ocurrieron los hechos, en 2002, después de intentos de suicidio, ayuda psiquiátrica y tortuosos procesos ante tribunales canónicos y judiciales, José Leonardo Araujo, oriundo de Mérida, Venezuela, decidió denunciar un caso de pederastia que padeció por el sacerdote mexicano Juan Huerta, entonces adscrito a esa nación y que actualmente oficia en la Ciudad de México, publicó La Jornada.
Tortuosos procesos en el ámbito judicial y canónico han complicado la justicia pero, al fin, agrega, después de un desdén inicial de instancias religiosas que le exigieron más pruebas, el Tribunal Canonico de la Arquidiócesis Primada de México abrió un resquicio para juzgar.
Después de varios años de haber mantenido en privado su condición, Araujo decidió iniciar procedimientos legales y religiosos en 2018 contra Huerta como una forma de superar, dijo en conferencia de prensa, el sentimiento de culpa que carga desde entonces. Los sucesos comenzaron en 2001, cuando a los 13 años, decidió inclinarse por el sacerdocio en la Sociedad San Pablo, que actuaba en su natal Mérida.
Con el aval de sus padres, convencidos de la benevolencia de Huerta, lo dejaron ir hacia la casa de Huerta donde, afirma, muy pronto comenzaron los abusos cada sábado en la habitación del sacerdote. Casi un año de una situación de sometimiento, admite, que finalmente terminó cuando decidió escribirle una carta a Huerta rechazando esa condición. “El me endilgo en mí una culpa. Yo tenía 13 años, él 46 años. Su absolución fue sacrílega, porque hizo recaer en mí la culpa”.
La ruptura fue inmediata pero la secuela se prolonga hasta estos días, señala Araujo. Fue en 2018 cuando determinó proceder penalmente en Venezuela, donde hay una causa abierta por abuso sexual contra Huerta y ante instancias religiosas.
Del caso tienen conocimiento la Arquidiócesis Primada de México y el nuncio apostólico en el país, Franco Coppola. La reciente respuesta -marzo de este año – del Tribunal Canonico le ha abierto una puerta de justicia, asegura Araujo. Pero ocurrió sólo después del desdén de de la Sociedad San Pablo donde acudió en primera instancia a denunciar a Huerta e incluso, la minimización inicial de la Arquidiócesis. Le exigieron pruebas de sus imputaciones, testigos de lo sucedido, reprocha.
Cuenta con un diagnóstico psicológico de la secuela mental que le provocó el abuso en su adolescencia, que continúa hasta ahora. (Fuente: La Jornada)