Por Itzel Chan
MÉRIDA, MX.- Hace poco me tenía que presentar a una actividad de avistamiento de aves, pero para estar en la Reserva Ciénegas y Manglares de la Costa Norte de Yucatán a temprana hora, tuve que salir de casa poco antes de las 6:00 de la mañana.
No consideré importante aceptar que mi pareja me llevara, al fin y al cabo, una mujer independiente ¿no?
Al salir de casa, noté que aún estaba obscuro y nunca imaginé que a medio camino sentiría temor, justo porque al llegar al Centro Histórico de Mérida me tocaba caminar sola unas cuantas cuadras.
Tiempo atrás creo sólo me hubiese concentrado únicamente en llegar a mi destino y punto.
Sin embargo, en esta ocasión ahí estaba, implorando que cuando llegara al centro, ya saliera el sol, al menos para caminar ya con luz de día.
Me sentí ridícula y al mismo tiempo me causó coraje e incomodidad sentir el temor que me invadió.
¿Por qué no puedo caminar sola sin preocuparme? ¿Por qué?, me lo pregunté varias veces en el trayecto.
Las respuestas son más que evidentes, las respuestas se encuentran en las estadísticas que se han difundido miles de veces y que indican que en México, cada día son asesinadas al menos 10 mujeres al día.
Lo peor es que no sólo nos debemos cuidar de ser asesinadas, sino también debemos estar alertas ante el acoso callejero y otras violencias que muchas veces son veladas.
Tan sólo en Mérida, la ‘ciudad blanca’, la Encuesta Nacional de Seguridad Pública Urbana 2021, expuso que 35.4 por ciento de la población de 18 años y más se sintió insegura en la ciudad, además el 15.8 por ciento de la población de este mismo sector de edad, dijo que sufrió alguna problemática de acoso o violencia sexual en lugares públicos.
Por fortuna, llegué sin ni un inconveniente, pero hay algo que me ha saltado en estos primeros días de la primera semana de mayo: percibo un miedo o temor colectivo.
Desafortunadamente no podemos hablar que la violencia hacia las mujeres es novedad, pero sí, sí podemos decir que uno de los casos mediáticos como el de la joven Dhebani Susana Escobar han permitido, de una manera desafortunada por supuesto, que algunas personas volteen a ver esta problemática.
Mi papá por ejemplo, ahora me recomienda con mayor énfasis un “cuídate mucho hija, por favor”.
Las marchas feministas por ejemplo, se hacían en Mérida en fechas como el 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer o el 25 de noviembre, Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, pero en el último mes, se hicieron al menos cuatro en la capital yucateca sin ser una fecha especial, sólo como exigencia para vivir libres y seguras.
Estas protestas se han extendido a otros municipios como Valladolid y Conkal, en donde el pasado 30 de abril, salieron jóvenes movidas por el hartazgo de sentir miedo.
En Conkal, se acercó una madre de familia a preguntar cuál era la razón por la que se reunían en la plaza central y después de recibir una explicación, ella dijo que quería integrarse, que deseaba apoyar porque tiene una hija de 15 años y siente temor cuando sale de casa.
Es decir, somos muchas las que sentimos temor.
En esta misma semana, una amiga me compartió que se dirigía a cubrir un evento por la tarde y justo sintió miedo cuando se iba a cruzar de frente a un hombre. Decidió bajarse de la acera y se cuestionaba precisamente por qué sentir temor de esta manera.
Esa misma amiga, a veces nos ha pedido opinión sobre su forma de vestir, porque no quisiera sentirse en riesgo a causa de una prenda que lleva puesta, cuando estamos de acuerdo que no debería ser un motivo.
Este miércoles, la Unidad Especializada en la Búsqueda de Personas Desaparecidas y No Localizadas de la Fiscalía General del Estado de Yucatán (FGE) reportó la desaparición de tres mujeres y aunque una ya fue hallada, las otras se siguen buscando.
Es quizá este panorama el que nos indica que no estamos exentas de ser la siguiente cifra, sobre todo cuando Yucatán ocupa el segundo lugar en México con un número acumulado de mujeres desaparecidas.
Es decir, desde 1968 hasta lo que va de 2022 son 4 mil 240 mujeres en Yucatán las que han desaparecido, de acuerdo con el Registro Nacional de Personas Desaparecidas y No Localizadas (RNPDNO).
Reconozco en sí y lamento al mismo tiempo que no es una situación que vivamos únicamente las mujeres que radicamos en Yucatán, sino en todos los estados seguramente salen a las calles con el mismo miedo.
Actividades tan sólo como ir a la escuela o al trabajo, pareciera que se han vuelto de alto riesgo. Justamente hoy vi en mis redes sociales que una usuaria de Tabasco describió que tomó un taxi para ir a la universidad y confesó sentir miedo en el trayecto y en una segunda ocasión que abordó otro taxi, agradeció mucho que el conductor le enseñó el tarjetón y además, le aseguró que llegaría sana y salva.
Una chica más, describió que son sólo cinco minutos de su casa a su paradero, cinco minutos en los que no hay un día que no reciba acoso.
En un grupo de WasthsApp de amigas y amigos, notamos la ausencia de una durante toda la mañana, en otras circunstancias hubiésemos sido indiferentes y de repente uno dijo que se le hacía extraño no tener noticias de ella durante más de cinco horas, le escribimos y cuando le llamamos y no contestaba, comenzamos a sentir inquietud. Por fortuna, una vez más, todo bien, sólo estaba ocupada.
Me pregunto entonces cuánto tiempo más sentiremos miedo.
Algunas chicas han optado por tomar clases de defensa personal, otras más compran utensilios que les pueden servir para usarlos en un caso de emergencia.
Hace poco, mi suegra me sugería comprar una alarma personal que incluso venden en tiendas de aparatos tecnológicos. Agradecí y me entristeció su sugerencia porque me da miedo llegar a normalizar que vivamos con miedo.
Por ahora, no nos queda más que sumarnos a la petición: ¡Nos queremos vivas, libres y sin miedo! (Noticaribe)