En un país como México, con una historia y una cultura tan variadas y antiguas, tener una mujer como presidenta es un tema que llena a las personas de expectativas. Para mucha gente, esto es incluso apasionante.

¿Cómo podría influir una mujer presidenta en la sociedad y la política mexicanas? La pregunta parece rondar la mente de mucha gente.

Exploremos por qué una mujer en la presidencia podría ser un motor de transformación para México, y cómo podría beneficiar al país.

¿Por qué sería un cambio positivo una mujer en la presidencia?

Una mujer presidente podría abrir las puertas a una gran cantidad de oportunidades de progreso en el país. Sobre todo cuando hablamos de mujeres y de poblaciones marginalizadas. Estas son algunas de las posibilidades:

1.    Diversidad y representación

Una presidenta no solo es un símbolo de la igualdad de género, sino que también asegura que las perspectivas de las mujeres estén representadas en el gobierno de manera justa, y de abrir las puertas también para que las comunidades marginalizadas puedan vivir mejor.

En México, las mujeres representan más de la mitad de la población, pero, como en todo el mundo, han estado subrepresentadas en la política.

Por un lado, cuando se habla de altos cargos políticos esto es todavía más pronunciado, aunque en otro tipo de organizaciones también sucede.

Por otro lado, según el Instituto Nacional de Estadística y Geografía, hay 23.2 millones de personas que se autoidentifican como indígenas, que tienen todavía menos representación en el gobierno.

2.    Liderazgo empático y colaborativo

Lamentablemente, en México el 80% de las empresas carece de líderes positivos. Las pocas mujeres reconocidas como líderes a menudo se destacan por su empatía y capacidad de colaboración, por lo que tener una presidenta puede significar un cambio del estilo de liderazgo, para bien.

Una mujer presidenta podría representar un nivel de colaboración mayor, con más empatía, priorizando el bienestar de las personas y promoviendo un diálogo inclusivo.

El foco puede ponerse en la educación, salud e igualdad de oportunidades, áreas cruciales para el desarrollo de cualquier nación del mundo.

3.    Políticas inclusivas y equitativas

Cuando una presidenta está comprometida con la justicia social, puede trabajar incansablemente para cerrar brechas de desigualdad, asegurándose de que todos los ciudadanos tengan las mismas oportunidades de prosperar.

Es más, puede utilizar su influencia de manera positiva para luchar contra la violencia de género y otras formas de discriminación.

En una sociedad con progreso real, la tecnología acompaña todos estos cambios. En la era digital, una mujer presidenta puede también preocuparse de que los datos de las personas permanezcan seguros, incluso siendo almacenados en la nube.

Con este fin, se podría crear programas de seguridad digital, enseñando por ejemplo el uso de una VPN y otras herramientas para protegernos de hackers y ciberdelincuentes.

4.    Inspiración para las futuras generaciones

Tener una mujer en la presidencia añadiría otro logro a la rica historia de México, más allá de la mujer que finalmente fue elegida. Sería una inspiración para otras mujeres, para que se involucren en la política, para que tengan más lugar y relevancia en espacios históricamente dominados por hombres.

Al mismo tiempo, esto puede llevar a una sociedad más igualitaria, donde las mujeres puedan ser líderes con más facilidad. Sin dudas, una presidenta Mexicana marcaría un antes y un después para muchas personas.

Conclusión

El país podrá transformarse con una mujer en la presidencia. Representará una oportunidad para transformar las cosas de raíz.

Desde la promoción de políticas de inclusión, hasta inspirar a las generaciones del futuro a participar del mundo público, el impacto del liderazgo femenino podrá cambiar las cosas para siempre. México está listo para este cambio, y la clave podría ser una mujer en la presidencia.