Opinión – Bastonazos y chocheras: Carta abierta al Sr. Jean Meyer – Por Rodrigo De la Serna

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    El motivo de esta carta es un artículo del historiador Jean Meyer, llamado “El odio nunca muere” y publicado en “El Universal” el 2 de febrero de 2014. La obra de Meyer es amplia y consultada desde hace lustros en México. Su artículo, no obstante, es más visceral que sereno, está más próximo a la bravata estilo Fernández de Ceballos que al texto de un analista serio, pues deja en segundo plano la noción histórica, que según el canon ha de ser imparcial e incluyente.

    Aquello que lo impulsa, el candor ante “el odio a lo judío”, es planteado como regaño, con más cólera que reflexión, con cataratas en los ojos, sin una mirada clara, sin prejuicios, que el autor enjareta a todos por igual: “Se les hace que son innumerables e innombrables nuestros conciudadanos judíos y piden se quite la nacionalidad, incluso que se expulse del país a figuras notables y respetables, actores positivos en la academia, cultura, ciencia y política, por el solo hecho de que son judíos.” Ignoro a quiénes se refiera, pues este historiador no especifica, sólo se queja; sin embargo, reconozco que hay gente así en México, los hemos sufrido; y tal vez haya más que opinen peor respecto a argentinos, gringos, y otras nacionalidades en boga y siempre en puestos directivos; peor aún en direcciones de gobierno, ámbitos turísticos o mediáticos. ¿Y cómo considerar las excelsas ocurrencias de gente como Alazraki o Joseph Marie Córdoba Montoya? No hace falta ser judío para ser nefasto. Y han sido políticos, del partido que sea, quienes han encumbrado a tales personajes.

    Meyer habría de considerar tres siglos bajo España como matriz del racismo que lo enfurece en México, antecedentes como la “operación cucaracha” allá practicada sobre cierta minoría judía en 1492 y los autos de fe del Santo Oficio sobre tal pueblo en Nueva España (y sobre millones de indios) y demás colonias hasta el siglo XVIII. He preferido referir guasonamente como operación cucaracha tal hecho histórico, habrá quien me diga mamón; pero de haber dicho con seriedad y documentación “expulsión de familias prestamistas y usureros de los reinos católicos” automáticamente me convierto en antisemita, antijudío, anti Israel, ¡culpable de serlo como Shakespeare por su mercader de Venecia!, como las crónicas de Robert Fisk desde Gaza; como Joseph Pérez, historiador francés, al exponer que ya los visigodos de Hispania antes del año 500 echaban lejos (quién sabe por qué), a ciertas personas de cierto culto a cierto dios que ni se nombra de tan temible carácter que tiene.

    Al citar a Vicente Guerrero explicándole a un cónsul francés las categorías de extranjería en 1829, Meyer no puede pensar, no puede considerar, qué tanto había atravesado Guerrero desde 1810 solamente para estar vivo en tales fechas –y a quien la iglesia y dirigentes colonialistas tildaban de “mulato semisalvaje”. Tal vez no me he enterado que Guerrero asesinó judíos. Opina el articulista que para 1926 toda la nación mexicana era igual a las más acedas corrientes luego sinarquistas, capaces de todo en nombre de Cristo rey, como ponerle sobrenombres al caudillo que enfrentaban (Meyer destaca “el judío Calles”, pero mucha gente también lo llamaba Plutarco Elías Corres); en tal lógica, si eso acontecía en un área de un país aún revolucionario y en vías de re establecer la paz, que diez o trescientos le espetaran judío a Calles significa que tod@ mexican@ es un Hitler en potencia –especialmente por el tono con que Meyer lo enuncia. Lo de no importarles si vociferaban contra capitalismo o comunismo en aquellos años, es tan semejante al mundo que vivimos desde 1968 hasta hoy, ¿o ha habido en verdad alguna preferencia ideológica, la hay?

    En Meyer suenan lemas tipo No hay más ruta que la nuestra… u otra que todavía suena: Con la revolución todo, contra ella nada. Por tanto, un estado artificial impuesto desde 1948 en Medio Oriente sobre un pueblo (estado y cultura), y con tanto muerto en Europa (no en México, no en América Latina y mucho menos en Palestina), merece que se le tolere y se le aguante Todo en vista de lo Tanto que le han hecho. Así entonces, por lo visto cuatro millones y medio de habitantes palestinos conviven alegremente con su nuevo patrón de la tierra, y parece que personalidades como el oscuro señor Sharon eran en verdad héroes, ¿las matanzas a su cargo en Sabra y Chatilah son mentiras del Líbano? Debo decir que sí, de otra manera soy antisemita. Entonces Noam Chomsky, y José Saramago, y Juan Gelman, y much@s de mis amig@s también lo son. ¿Nos darán bastonazos para ser políticamente correctos? Di Jean, qué le aplicaron a Saramago por decir que Palestina era el Auschwitz de nuestros días…
    Uno concuerda con la declaración: “(…) El odio cambia de ropaje, pero sigue igual. El antisemitismo inunda Internet, los sitios que lo pregonan son numerosos y variados, en Twitter, página web, YouTube algunos personajes han despertado demonios que nunca estuvieron del todo dormidos, pero que no tenían tanta facilidad para hablar y envenenar.” No concuerdo con un historiador que llega a escribir como sacerdote rabioso: ‘despertar demonios, algunos personajes’, citar sitios virtuales sin especificar, y el verdadero mal sigue siendo ese útil invento llamado demonio. Naturalmente sólo ahí está la barbarie; nada de odios ni xenofobia hay en videos o sitios web de ex matones sudafricanos, almitas blancas norteamericanas, mafias rusas, fascistas chilenos, zetas, templarios y demás linajes de peculiar filosofía. Hundir barcos solidarios es acto de buena fe mientras no se lo hagan al Ietziat Eiropa.

    Jean Meyer vocifera sobre el antisemitismo mexicano: “Quieren que a la hora del motín revolucionario los primeros y últimos gritos del pueblo sean “¡Mueran los judíos!”. Lo acepto si se refiere a esos cuantos ya señalados, los que siempre estiman que el enemigo es sólo uno: el estereotipo; y Meyer cree que las revoluciones en México han entonado semejantes cantos. Que yo sepa se ha gritado contra “gachupines, franchutes, gringos”, austriacos… contra castas, terratenientes y “pelones”, contra chinos cuando la contrarrevolución avanzó (como hoy hacemos contra los migrantes centroamericanos); se sabe que al ¡Viva cristo rey! se contestaba: ¡Échenme a ese güey! He de agradecer se me ilustre sobre motines revolucionarios en América Latina con coros tipo “¡mueran los judíos!” Ni el mismísimo Pedro Páramo lo hizo…
    ¿Se ha extendido demasiado esta extrañeza sobre el racismo en México según el señor Meyer? ¿En realidad digo que no lo somos? Lo practicamos y bastante, con la diferencia que el objeto de escarnio y desdén es el indio, y todo aquel que cometa el pecado de ser prieto o pobre; actuamos con racismo hacia muchos y a la vez los mantenemos como ejecutivos; somos la industria de la hospitalidad sólo cuando se paga por ello. Negamos refugio a gente que ha caminado desde su pueblo, porque tiene al pariente enfermo o sólo quiere trabajo, llamamos a la policía. Todo eso hacemos, y supongo que falta. Pero es de mentes miopes afirmar que en México se cultiva un odio acendrado hacia ‘lo judío’, solamente porque unos necios suben sus complejos a la red; lo de aquí es igual a quien tiene de cerca a tal estado –caso de Irán y sus cuestionamientos sobre la tragedia denominada “Holocausto”. Esto último, ¿dónde se recuerda más: en libros de historia o año tras año en medios de comunicación y Hollywood? Me tocará un bastonazo, se me pondrá el nuevo sambenito: ¡antisemita!

    Ciertamente, no lo soy. Sólo resulta extraño que un historiador se exprese con tal ligereza de un tema sensible para una nación imperfecta, perversa en ocasiones, más no antijudía porque lo dice un señor que ya chochea. Ya confunde hechos de Europa con el extravagante México.

    Playa Sur
    febrero 2014

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    1 COMENTARIO

    1. Bueno, se ve que nunca has leído a Alfredo jalife ni entrado a los foros de opinión pejista-leninista

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