El Paco de Playa – Por Rodrigo De la Serna

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PacoCaribe
En donde vivo debe haber mucha gente de nombre Francisco. Sabrá dios de dónde sean o vengan, pero es un hecho que se les conoce también como Panchos y Pacos, entre otros diminutivos. A unos les dicen Pancho, a otros: Paco; unos en Playa, otros en Cancún y anexas al norte y al sur. Conocí varios Pacos al otro lado del charco, en España y Barçelona.

Hubo uno del que me hubiera gustado mucho ser su amigo, como lo soy de otros –el Pancho Garza de Allende, el Paco Mastuerzo, el Pancho Veracruz. Pasó que desde muchacho a ese Paco siempre lo oí con otros ojos en su Fuente y caudal, Entre dos aguas, Concierto de Aranjuez; su interpretación de Manuel de Falla; y fue impresionante escucharlo en la Alhóndiga, Cervantino ’88. Después sabré de las sesiones con el Camarón de la Isla. A ese Paco le importó poco el qué dirán cuando puso a bajistas y percusionistas a tocar con sus hermanos y con él; a los puristas los desquició.

Mucho tiempo antes, en el Auditorio Nacional, casi a los 17 se me reveló que ese Paco junto a Di Meola y MacLaughlin, era más eterno que la Trinidad; era otro nuevo mensajero de la madera y las cuerdas, un animal poseído y con la misma gracia que Segovia, Yepes, Manolo Sanlúcar, Santana… y Strunz & Farah. De éstos, una noche de hace 20 años le oí decir al Paco: “son serios”. Cuando un virtuoso se expresa así de unos que posan su vida, manos y dedos en la madera y las cuerdas, significa que los respeta, le gusta lo que tocan esos payos. Luego, a pregunta de la corista sobre un señor Liebert, se dijo algo distinto (¿tedioso… bueno para chiringuitos?, algo así). Tal vez miento.

Repito: me hubiera gustado ser amigo del Paco. O lo fui como cuando era novio de muchas… que ellas no lo supieran es otro asunto. Ojala hubiese sido un cercano; solamente estuve con el artista en contadas ocasiones, y fui tratado con gentileza. Esa noche ‘94 en su villa de Playacar, cenando con italianos y mayas, fue una memorable; aprendí bastante: entre más grande el artista más verdadera su sencillez. Hasta vio con interés el primer disco de un grupo absolutamente desconocido.

Otra noche… mmm… ¿’95, ‘96? No importa. Teníamos presentación en el antro de moda y apareció el semi dios en compañía de su mujer y un par de amigos; el calor era brutal, pero sudar a nadie molestaba; rolas después le enviamos un discreto saludo cual debe un aprendiz al Mero Mero; y Él envió una ronda para sus compadres de Playa. Luego en su mesa hubo sangría, tabaco y ron. Buena risa, buena vida, buenos deseos; y se sabe que todo lo bueno acaba pronto, debimos volver al jale.

Una vez nos tocó verlo cabreado –como dicen los tíos cuando uno se encabrona. Nada tuvo que ver la música; fue por una salida a pescar y un muchachón llamado Andreas, que al parecer había fanfarroneado de ser todo un Chanoc, de menos que había andado con Cousteau; y por lo visto a la hora de la hora el bato resultó un pazguato. Por ello esa noche de Blue Parrot y enfrente de todos, el Paco amante del arte de pescar asestaba una castiza reprendida a aquel lengua larga.

Y poco a poco estuvimos de acuerdo con los motivos: tirar la caña, caerse en cubierta, perder el pescado… un rosario de pendejadas descritas con andaluza precisión humorística, que mitigaba con elegancia el regaño pero no las carcajadas de la mesa. Y al final a beber todos… el Andreas incluido. Otras ocasiones lo vi nadando de dorso, a veces en Playacar, otras en Xpú Há; nunca molesté. Él tampoco era de importunar.

Quizá la primera vez que lo vi de cerca habrá sido en el Roof Garden, año del caldo en Playa… Creo que él había llegado al pueblo un par de años antes; y ahí te encontrabas al Paco fumando, pisteando, pasándola bacano entre fauna pre-global con gusto por el reggae. Las cosas fueron cambiando tanto, que una noche de ’98 fuimos a oírlo a Xcaret y fue, como siempre, un gran concierto. Tanto cambió todo, que la última vez que lo vi fue en las escaleras del Walmart… vaya lugarcitos para encontrarse; no me vio, yo sí; me dio gusto ver que hasta 2012, aún nos veíamos más Caribe que gente de gran ciudad.

Hace poco alguien me avisó que el hombre desposado con la madera y las cuerdas, de nombre Francisco Sánchez Gómez, el hijo de Lucía, nacido en Algeciras y amigo de Playa del Carmen, se fue a una de esas giras interminables; y que en este mar la comenzó. Noches más tarde, cuando fui presa de toda su ausencia en este mundo de mierda, sí pude embriagarme, puse a todo volumen el “Cositas buenas”, luego dije lo que debe el eterno aprendiz al Mero Mero: Salud tío, nos vemos en el calderón…
Guardo entre mis condecoraciones más preciadas una medalla invisible: haber departido unas cuantas veces, con un artista de lujo al que conocí primero por su obra (como supongo debe ser) y lo admiré sin condiciones; luego la fortuna y Playa me concedieron fumar, comer, beber y conversar con Paco de Lucía un par de noches fantásticas.

Ponte la rola que quieras de sus 17 discos preferidos; ahí siempre encontramos al Paco, vivito y coleando, ¿lo escuchas?

Playa Sur
marzo – julio 2014

Paco_de_lucia

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1 COMENTARIO

  1. Imagino que el disco del grupo \”completamente desconocido\” mencionado, por el que Paco se mostró interesado era Bosquimano mi estimado \”Rodrigo de la Serna\”, aun conservo ese cassete de ese primer disco regalado por el mismísimo vocalista a una amiga mutua y que yo me las arreglé para conservar, la cinta obviamente, la amiga se marchó haca algunos katunes.

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