OPINIÓN | Revocación de mandato – Por Armando Tiburcio

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El diputado Jorge Aguilar pega donde duele, es decir, donde debe: si yo te pongo te puedo quitar, ¿no? Los directores técnicos, los managers y los entrenadores de equipos deportivos dan resultados positivos o se van… y ni quién haga gestos. ¿Por qué los diputados y los gobernantes no?

Pues hoy no se puede porque al burócrata de la política le conviene que el ciudadano vote y se olvide mientras hace con el cargo y los recursos públicos lo que le viene en gana. Y si no se olvida, le basta con que se queje en su casa y en las redes sociales con ‘memes’, no pasa de ahí.

Revocación de mandato significa transferir poder a la población: estar al tanto de que el representante popular haga bien su trabajo para el que se le contrató (eligió) y tener derecho a despacharlo si no cumple. No se hace con un golpe de mano arbitrario ni por capricho de unos cuantos; se tienen que cubrir una serie de requisitos de comprobación, defensa y apoyo colectivo que si al final se satisfacen el incumplido se va.

No es hilo negro por descubrir: recientemente en Guatemala la movilización social y las leyes le revocaron el mandato al Presidente de la Republica y a una parte de su gabinete enviándolos no a su casa sino a prision por malversación y corrupcion comprobada. En Honduras hay una fuerte tensión ciudadana que apunta en el mismo sentido. Ya eso que decimos que somos más ‘salsas’ que nuestros vecinos centroamericanos: pues no.

Con mas prudencia (por no decir desprecio) que convicción, la mayoría de los medios locales dan cuenta de la iniciativa del diputado Aguilar en rinconcitos de sus publicaciones y medio a cuenta gotas. Cuando no callan. El llamado es a juntar por lo menos 27 mil firmas para solicitar se modifique la actual ley de Participación Ciudadana y se amplíe el marco democrático, es decir el control ciudadano, con la rendición de cuentas, el plebiscito, el referéndum y la revocación de mandato entre otras cosas. Si se decidiera a no actuar por consigna, el Congreso del Estado tendría una oportunidad histórica para dar un paso ejemplar al resto del país. Pero hasta ahora ni siquiera se ha dignado a dar entrada y atención a una propuesta de uno de sus miembros. El colmo.

Podrá decirse que Jorge Aguilar lo hace hasta ahora porque quiere hacer ruido y su ‘ronchita’ por las elecciones que vienen. Nunca es tarde. En todo caso, si la causa es legítima, vale la pena y también le da para eso, está en su derecho. La iniciativa tiene mucho más valor que la insoportable bola de prublicidad ficciosa e inútil con la que nos tienen más inundados que las lluvias los suspirantes oficiales.

Sin mezquindades políticas, los partidos -principalmente la oposición- debieran apoyar para que la propuesta rebase con creces la meta de firmas. Ahí está una razón muy practica para dar a la ciudadanía lo que merece. Si es que realmente les importa.

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