TIRO LIBRE | La oscura soledad de Raymundo | Por Anwar Moguel

Enclaustrado en el cubículo del rincón del edificio legislativo, el dirigente estatal y líder de la bancada del PRI en el Congreso, Raymundo King de la Rosa, está resintiendo los efectos nocivos de una profunda y espesa soledad, pues su influencia política se ha ido a pique comprometiendo el escaso control que aún tiene sobre los diputados Tricolores.

La caída del PRI y del borgismo en el gobierno estatal y después en el Congreso local han sido fulminantes para el político chetumaleño que nunca esperó verse en una situación tan desagradable: repudiado por la ciudadanía que lo ha convertido en el villano favorito, desconocido por gran parte de su militancia que le exige su renuncia a la presidencia del partido, y sin poder en su nueva posición como diputado local.

Y aunque los políticos son generalmente expertos en el arte de la coprofagia sin gesticular, los efectos de la depresiva situación que vive Raymundo King son evidentes. No puede ocultar su frustración ni su molestia.

Se le ve desencajado, con el rostro comprimido mientras fuerza una sonrisa falsa. En las entrevistas, aquella seguridad que rayaba en la autosuficiencia y la soberbia se ha transformado en respuestas evasivas y escuetas, propias de alguien que está incómodo y que no quiere hablar pero se ve obligado a hacerlo.

Dice el dicho que cuando el dinero se va, el amor salta por la ventana, y eso fue justamente lo que le ocurrió al joven político priista. Perdió el poder y todos lo abandonaron, incluso aquellos que consideraba sus amigos.

Y es que el destino de Raymundo estuvo siempre ligado a la figura de Roberto Borge Angulo. Fue él quien lo impulsó a las grandes ligas de la política. Fue Borge quien lo colocó en posiciones estratégicas en el PRI estatal y quien lo llevó de la mano en una carrera meteórica que causó la envidia de muchos priistas que se han partido el lomo por décadas.

Pero Roberto Borge cayó, y arrastró con él a Raymundo que ahora tendrá que remar contra corriente.

¿Qué pasará con el líder de la bancada priista a partir del 25 de septiembre, cuando Roberto Borge deje formalmente el poder? ¿Podrá mantener Raymundo los hilos de los diputados Tricolores en la mano? ¿Se sostendrá en el timón del PRI estatal? El pronóstico no es alentador.

Pero la oscura soledad que está viviendo –Juan Gabriel dixit– trae consigo una oportunidad para que Raymundo retome el camino. Al tocar fondo, no puedes ir más abajo, y en sus manos está decidir si permanece como un fantasma que deambula en los pasillos del Congreso sumiso a las órdenes que serán dictadas ahora desde la oficina de los Verdes, o si se reinventa, si se sacude el pasado y aprende la lección para adaptarse a su nueva realidad.

No será un proceso fácil. Lavar su mala imagen, recuperar la humildad que dejó en aquella carcacha roja que manejaba cuando era un priista de talacha más, y cambiar su mentalidad servil, le costará horrores, pero si lo logra puede recuperar su carrera a mediano plazo.

Raymundo King debe aprovechar esta soledad para reflexionar, autocriticarse y reencausar sus acciones para mejorar. De lo contrario, la diputación local será la última escala de su trayectoria política.

Los mercenarios del Panal

Los priistas, con todos sus años de colmillo y experiencia, fueron chamaqueados en Quintana Roo por el cada vez más insignificante Partido Nueva Alianza (Panal), que cobró una altísima factura al Tricolor por sus servicios mercenarios en las pasadas elecciones, pero ni cumplieron con la cuota de votos prometida ni se mantuvieron fieles al partido que les entregó dos alcaldías y una diputación local en charola de plata.

La “traición” de Javier Padilla en el Congreso es solo el principio. Los alcaldes Alexander Zetina (Bacalar) y Emilio Jiménez (Lázaro Cárdenas), e incluso el SNTE estarán a la orden de Carlos Joaquín González. Claro, siempre por un precio.

¿Qué tan cara le saldrá la lealtad del Panal al próximo gobernador?