PANORAMA POLÍTICO | Por Hugo Martoccia
Refinanciamiento de deuda, un profundo plan de ahorro en el gasto, y un uso más racional y eficiente del presupuesto. A dos meses de gestión, al fin se conocen las claves del gobierno de Carlos Joaquín González. Fiel a su formación profesional, el gobernador entendió que en los números está todo el problema y sus soluciones. También esa consigna le sirvió para su futura relación con los medios de comunicación. El drástico recorte decidido en ese rubro, ha decretado el fin de una época.
Podrán objetarse las decisiones, pero es la primera señal contundente de que un gobierno nuevo y una nueva forma de gestionar se han instalado en el estado. Se trata de decisiones ambiciosas, difíciles, aún difusas, que requerirán de mucho más que un anuncio para convertirse en realidad. Pero germina la idea de que se ha marcado un rumbo.
La polémica, por supuesto, acompaña en todo momento. La distancia entre la realidad y la promesa es aún mucha. Y además hubo una cierta morosidad para explicar las cosas. Nada ha cambiado en ese punto: la comunicación gubernamental sigue siendo deficitaria.
Hasta el momento, la realidad dice que el gobierno solo consiguió más tiempo para pagar la deuda, a cambio de más deuda. Ese es un hecho, más allá de las idas y vueltas en las explicaciones oficiales. Se van a pagar 20 mil millones más de intereses para estirar los plazos. Pero se va a lograr, a la vez, bajar el porcentaje anual que representa el pago de la deuda sobre el presupuesto.
Para sostener esa propuesta tan discutible (y, sobre todo, para hacerla financieramente viable) se presentó un profundo recorte al gasto público. Se pretende ahorrar 1800 millones de pesos en el primer año, y 12 mil millones a los largo del sexenio.
La idea de ese ahorro es aún una promesa, pero no parece imposible. En los últimos cinco años los gastos del estado bailaron al compás de la ineficiencia y el capricho. Con un poco de racionalidad, se puede mejorar mucho ese aspecto.
A la par, se trabaja en un presupuesto de egresos más eficiente, más realista. También se coló la polémica en esta discusión. ¿El actual gobernador se asignó más recursos que el anterior para los gastos de su oficina? Eso se denuncia. Hasta hoy, es imposible saberlo. No se puede comparar presupuesto contra presupuesto.
En el anterior sexenio, el presupuesto de egresos era un documento sin valor. Durante el año, se reasignaban partidas sin otro motivo que la decisión del ex gobernador Roberto Borge. Solo unas pocas personas sabían realmente en que se gastaban los recursos. El destino del dinero público durante ese periodo es un dato que seguramente será parcialmente desvelado en la justicia.
En medio de esa proliferación de números, hay uno que llamó la atención. El gobierno decidió recortar en 320 millones de pesos anuales el gasto en medios de comunicación, pasa de 420 a 120 millones. El número es contundente, pero puede aún guardar una sorpresa.
En las primeras semanas de gobierno, un asesor de Carlos Joaquín dijo que el gasto en medios era de casi 800 millones de pesos anuales. Un despropósito. Si es así, el golpe va a ser devastador. El recorte, de casi 700 millones de pesos, implica que el mapa de los medios de comunicación va a cambiar por completo.
Será el fin, sin duda, de muchos medios que han sido caros e improductivos para el estado. Muchos de ellos sólo sirvieron para mostrar sus portadas en los kioskos de ventas de periódicos, sin otro fin que alabar al entonces gobernador o destrozar a sus enemigos.
También se acabaran gran parte de esa miríada de medios unipersonales cuyo mayor logro es ser leído por unos pocos colegas. El periodismo de Quintana Roo deberá reconvertirse y modernizarse. Habrá que competir con contenido, calidad, uso de nuevas tecnologías, profesionalismo y profesionalización.
También puede suceder que alguien en las alturas del poder crea que el golpe será mortal, y los medios no podrán resistir. Sin dinero, perderán peso y fuerza. Quizá solo se trate, perversamente, de recomponer la relación: pagar menos por los mismos servicios.
La definición de esa disyuntiva, de esos dos posibles futuros, tendrá mucho que ver con la libertad de expresión y la calidad institucional del sexenio que se inicia. La moneda está en el aire.