De las alforjas del cronista anónimo de esa ciudad, transcribo estos malos versos:
Me dicen que en en esa ciudad de los Curvatos, en este momento,
está cayendo una llovizna, larga y fina, con cachazas de soponcio. Cae o cayó, diría el inmortal.
Yo no lo sé de cierto, esa ciudad prefiero no visitar,
pero sucede que
en Macondo-Chetumal
las lluvias de abril
son presagios de funestos días venideros.
Los viejos payoobispenses
benqueros chicleros y come lagartos,
cuentan que siempre llueve en jueves o viernes santo
y es que el cielo de estas tierras palustres
siente el dolor del Cristo y vierte lágrimas por su costado lunar.
Tal vez se desborde el Hondo,
tal vez aparezca, en la avenida de los héroes olvidados,
el lagarto mitológico
el lagarto solo
vestido de blanco.
Pronto empezará la tristeza que las lluvias abrileñas
fermentan como verdín en la corteza de esta estirpe,
la última de todas las estirpes macondianas.
En Macondo-Chetumal
nadie se baña dos veces con las lluvias de abril.