Creo que no existe en la historia contemporánea algún rey, mandatario o figura pública, que haya agraviado tanto a nuestro país, como lo ha hecho Donald Trump con tanta rudeza. Todos los sapos han salido de su bocaza en cuanto se refiere a los mexicanos.
Todas las amenazas escupidas al pueblo mexicano por este magnate afrentoso las hemos recibido sin darle la debida contestación supuestamente para no molestarlo. Sus engendros verbales disparados en diversas direcciones, no han sido contestados a cabalidad.
Todavía somos un pueblo erguido pero con la cabeza para abajo, al no estar a la medida nuestras autoridades para salvaguardar la dignidad nacional.
Trump ha provocado que los resabios acumulados por el pueblo mexicano en contra de la política injerencista norteamericana vuelvan a salir a flote.
En lo particular me cuesta trabajo evitarlo aunque estoy cierto que una gran mayoría de norteamericanos están de nuestra parte y en desacuerdo con su presidente; en mis años mozos los admiré por sus grandes avances científicos, tecnológicos, deportivos y culturales que nada tiene que ver con los dueños del dinero y con la concepción maniquea o imperialista de muchos de sus políticos.
Sin embargo, habría que reconocer a figuras de la talla de Abraham Lincoln, Franklin Delano Roosevelt o John F. Kennedy o el propio Obama que constituyen un cuadro de políticos universales que estuvieron a la altura de sus circunstancias y reconocidos como estadistas. No hay punto de comparación con el vociferante.
Prosiguiendo con los efectos de la embestida trumpiana, vuelve a surgir en el espíritu nacional el recuerdo histórico que en el siglo XIX perdimos más dela mitad de nuestro territorio en una guerra injusta librada con los yanquis y vuelve el resentimiento y el coraje acendrado como una forma de desquite sordo ante las múltiples afrentas recibidas por el actual mandatario, convertido en el némesis del pueblo mexicano al que culpa de ser parte directa o indirecta del relajamiento de la economía norteña, cuando por lo menos debería reconocer este peso completo de la insolencia y la arrogancia, que brazos mexicanos han coadyuvado para cimentar gran parte de la economía norteamericana y que también han sido carne de cañón en muchas de sus guerras libradas a escala mundial y no los vecinos o residentes incómodos que les han arrebatado miles de empleos, como si no fuera también la conveniencia económica de los propios empresarios estadounidenses lo que permitió la participación de mano de obra barata en un país construido por inmigrantes.
Es tanta la animosidad provocada por el presidente norteamericano que algunos grupos políticos y sociales nacionales creen que existe un intersticio legal que sustentaría una petición del gobierno de México ante las cortes internacionales para que los norteamericanos nos devuelvan gran parte del territorio nacional que se anexaron después de finalizar la injusta guerra de 1847.
Como si la potencia imperial más poderosa de la tierra, en un supuesto caso que existiera algún soporte jurídico para entablar una demanda territorial, estuviera dispuesta a acatar un fallo en su contra en cualquier tribunal internacional donde se decidiera.
Esto no deja de ser una actitud ingenua producida por el estado de irritación en que se encuentran los mexicanos ante tanta bravata del altivo presidente, que no está a la altura de los verdaderos desafíos que debe encarar la gran nación norteamericana ante las nuevas definiciones tanto económicas como políticas, propias de un universo multipolar y de un cambio sustancial en la correlación de fuerzas que han modificado el espectro geopolítico mundial.
Algo que destaca en este episodio es que muestra que la doctrina Trump de someter al que considera débil y negociar con el poderoso será una realidad para el mundo.
Como respuesta, la solidaridad nacional aflora en forma ejemplar cerrando filas con un alto sentido nacionalista ante las reiteradas agresiones del aprendiz de político que desde ahora ha levantado un muro entre las buenas relaciones entre México y los Estados Unidos, independientemente del esperpento de concreto que pretende realizar a lo largo de la frontera entre los dos países, pretendiendo que México pague el costo de tan ignominiosa obra.
Esta brutal iniciativa sería un fracaso rotundo con cientos de millones de dólares tirados al bote de la basura; no frenaría la ola de inmigrantes tanto nacionales como los que provienen de otros países (y más si fracasan las negociaciones del TLC) que no cejarían en su empeño de alcanzar la otra frontera acicateados por el hambre y la miseria que serían los explosivos más poderosos que derrumbarían el afrentoso muro.
En otro contexto, Trump nos está llevando a una debacle económica con su oposición al Tratado de Libre Comercio de América del Norte en donde en realidad las más gananciosas han sido las empresas norteamericanas en especial la automotriz y el sector agropecuario que ha cuadruplicado sus ganancias.
Esta negociación trilateral entre Canadá, México y los Estados Unidos moviliza 1.2 billones de dólares al año por lo que no resulta cualquier cosa su disolución.
Trump trata de jalar más agua a su molino al presionar para que se acepten cláusulas leoninas imposibles de negociar sin afectar severamente a los socios comerciales, reservándose el derecho de violar en forma unilateral los términos que considere y empujando a México, en especial, a comprar más productos estadounidenses sin la debida reciprocidad presionando inclusive para que el TLCAN se renueve cada cinco años para buscar nuevas ventajas para los Estados Unidos.
Finalizada la cuarta ronda de negociaciones no hay resultados tangibles a la vista y si un zamarreo a la economía nacional además de justa cólera con el más conspicuo representante de la ultra derecha norteamericana sin que esta irritación se traslade a la ciudadanía vecina.
A 23 años de haberse firmado el Tratado, la economía de nuestro país está muy amarrada a este macro convenio por lo que su fracaso podría derivar en un tsunami económico sin afectar en la misma proporción a Canadá y menos a los Estados Unidos por su fortaleza económica, sin que esto quiera decir que no se generarían problemas internos especialmente con los intereses afectados.
Pero por otro lado, Trump trataría de erigirse como abanderado de los intereses del pueblo norteamericano por lo que podría obtener un saldo político importante a su favor (ahí podría estar en parte el quid del asunto).
De no llegarse a un arreglo satisfactorio o que truene la negociación por la terquedad del mandatario en imponer sus criterios convenencieros, sus acciones le pegarían de lleno al peso mexicano que junto con otros derivados negativos, podría llevar a la economía nacional a una situación grave en donde el viejo fantasma de la inflación con recesión tratarían de volver a imponer sus reales con toda la secuela tóxica que conlleva.
Ante este inquietante panorama, habría que volver los ojos al mercado interno y a una mayor diversificación de nuestra economía, profundizando lazos comerciales en especial con China y con Europa.
El desmantelamiento industrial y el olvido del campo mexicano por los gobiernos neoliberales, agravan más nuestra situación al no contar con un universo interno de posibilidades para solventar una probable situación económica de emergencia. Tomemos un ejemplo: después de la destrucción de la infraestructura nacional causado por la Revolución Mexicana, nuestro país no sufrió mayores daños posteriores por la fortaleza del campo que resistió los embates del movimiento armado y tuvo para proveer los suficientes alimentos para una nación no con tantos habitantes como ahora, pero si con los suficientes para desatarse la hambruna y un estado de sitio permanente en dado caso que no hubiera contado con un agro disponible que además catapultó el proceso de industrialización iniciado en el sexenio de don Miguel Alemán.
Esto no quiere decir que nos veríamos envueltos en una espiral tan grave, pero sí de pronóstico reservado al caer las variables más importantes que sustentan a la economía nacional.
La vuelta al mercado interno sería una necesidad de Estado en dado caso que la situación lo exigiera.
En las actuales circunstancias que vive el país, la identificación con lo nuestro es un imperativo de primer orden además de un clima de auténtica austeridad republicana y considerando como delito de lesa patria al cáncer de la corrupción al que habría que extirpar con fina cirugía de todo el cuerpo nacional.
Quiero aclarar que mi análisis es hipotético pero no por ello deja de ser una seria reflexión ante la posibilidad de escenarios adversos para la República derivados de nuestros problemas internos y externos. México necesita una revisión exhaustiva de sus condiciones políticas, económicas y sociales ante la posibilidad siempre latente de nuevos desafíos y la necesidad de recomponer el tejido social dotándolo de una nueva vitalidad más acorde a la condición plural del pueblo mexicano.
La unidad en torno a los altos valores que le dieron cimiento al gran edifico nacional es más importante que nunca.
La solidaridad expresada en tiempos de contingencia ambiental debe ser conducta cotidiana pensando en que México está más allá de sus coyunturas difíciles y que solo la unidad en el esfuerzo será la garantía para preservar y ensanchar nuestros principios fundamentales haciendo un solo frente ante las acechanzas del exterior. La dignidad nacional tiene un valor superlativo.
Los mexicanos podríamos estar amenazados, pero nunca arrodillados ante el collar de la servidumbre.
Primitivo Con todo respeto pues eres aun uno de los pocos quintanarroeses cultos, te invito a que evites el parafraseo y un nacionalismo caduco, escribiste algo muy cierto este Donald Trump nos ofende pero mas ofensivo es que nosotros como pueblo hemos permitido que el modelo social y economico adoptado por nuestros abuelos consolidado por nuestros padres y hoy permitido por la mayoria arrojo y sigue arrojando como resultado de que esta enorme carencia de oportunidades llevo y sigue llevando a millones de mexicanos al vecino pais del norte a mal vender su fuerza laboral. Mas propuestas Primitivo y menos romanticismo. No deberia importarnos lo que diga el magnate de Donald Trump si fueramos fuertes y con valores civicos, el respeto se gana con trabajo y dedicacion.
Estimado Primo, como bien dices en tu articulo escribes de manera hipotetica, hipotesis pues son conjeturas y la conjetura es subjetividad segun el diccionario. Yo que te admire y que aun tengo en ti el paradigma de uqe eres uno de los pocos Quintanarroenses cultos y sin el afan de denostarte pero si con la intencion de ayudarte y que tus articulos sean de gran ayuda al hoy sufrido pueblo te invito a evitar el parafraseo y a cambio nos propongas con objetividad que hacer al respecto, propuestas pues, en lo individual y grupal. Por ejemplo no mencionas el fracaso que significa para nuestro Mexico que millones de personas jovenes y talentosas mal vendan su fuerza de trabajo en Estados Unidos desde hace mas de cien años y que aun exista un fuerte flujo de inmigracion hacia el Tio Sam, entonces lo que debemos hacer es exigir a nuestras autoridades y al poder legislativo una verdadera reforma fiscal, administrativa, laboral y financiera para incentivar a los emprendedores y fortalecer el mercado interno y a corto plazo estar en condiciones de diversificar nuestras exportaciones. El criticar y enarbolar un supuesto nacionalismo estimado Primitivo no resuelve nada puesto que Donald Trump y demas tienen el sarten por el mango y eso lo hemos permitido desde hace muchos años. No me sigas escribiendo estos articulos romanticos y de quejas Primitivo pues aun eres respetado y puedes aportar mucho. Con afecto estaremos pendientes de tus colaboraciones.
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