VIÑETA | Si sabes que ahí tuve que dejarla… | Por Rodrigo De la Serna

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Llama a esto una cursilería si quieres. Préstame un momento los ojos de tu alma, porque sólo así quizá tenga sentido que me veas con mucho frío, hace un año asilado en una buhardilla para refugiarse de la pinche vida y la falta del mar. Y sin tabaco ni dinero, trabajo, café y nada en el estómago, y el frío… otro dramita del exiliado por voluntad.

Esa vez un artista, un pintor, vino en mi auxilio y todo cambió, casi. Esa noche medité de otro modo que bajo la angustia. Aún ignoro cuánto tiempo me le quedé mirando. De pronto le dije: Lo lamento negra, espero comprendas por qué lo voy a hacer. Como siempre ella no dijo nada, en aquel frío sólo seguía mirándome, yo temblaba, ella no.

Al día siguiente me costó mucho trabajo decidirme viéndola ya bien arregladita, dispuesta a seguirme donde fuera. Y un poquititito más y no lo hacía, pero lo hice y nos fuimos. Rumbo a la salida a Celaya trataba de darle la vuelta a lo que iba a hacer: ¿era posible separarme de ella así como así tras 23 años de amorío escandaloso y único?

El hombre del mostrador tardaba; para el asunto lo usual son unos minutos y listo. Pero con ella fue y vino, ¡la tomó en sus manos, la cargó!, checaba tanto y tanto en carpetas y computadora, en su celular, con una señora que vino a verla. Si ya dolía lo vergonzoso de estar ahí, ahora cuestionaban su legitimidad, su origen, la nobleza del apellido.

Finalmente el tipo dijo: ¿Y cuánto quiere por ella?… no se ven de estas todos los días… ‘ta buena… Maldito mandril pensaba yo: Si fue cumplido te salió muy malo. Llegábamos al clímax, la hora del dinero, el tiempo que estaría en otras garras, no las mías. ¿Iba a dejarla ahí con esa gente y por unos centavos? No quería, créeme. Pero lo hice.

En la avenida se me vino encima toda playa del Caribe, todo cerro de San Miguel y Barcelona, el Bajío y tus huracanes, Todo el pasado sin futuro y la vida se me aglomeraron al salir de un territorio extraño, frío, un garito feo. Estaba más solo que nunca. Qué raro… la tuve conmigo 23 años y me dí cuenta de lo que significaban hasta que me separé de ella.

No lloré pero estuve a punto. Me detuve, saqué el papel de garantía y dije en voz quebrada cuántas monedas debía devolver en un mes… ¡NOVECIENTOS SETENTA Y CINCO MIL BILLONES DE LINGOTES DE ORO!… más bien unos miles de pesos. Por un instante ya iba a dar media vuelta para aventarles su papel y su lana y exigir: ella se va conmigo.

Y no lo hice. Fui directo a comprar tabaco y a comer, sacar la ropa de la lavandería, más tarde encargué el gas, llevé vino y despensa al refugio, y al día siguiente a patear subidas, calles, bajadas, avenidas de piedra cruel para hallar trabajo, y nada salió pero el frío es distinto si sabes que te espera café, tabaco y unas horas para esto. Pero faltaba ella.

Y a toda hora estuve jurándome en silencio o con sollozos: Voy a sacarte pronto de ahí… ya falta menos. Y me di cuenta que hacía algo que dejé de hacer desde los veinte: ahora cada diez minutos estaba júrete y júrete y júrete negra, que nunca más pasaría algo semejante: Y ya no volveré a separarme de ti… buu… y perdóname por favor perdóname.

Entrado diciembre fui llamado a presentarme en el CMLC. De las tres opciones que de pronto aparecieron tras meses de sequía, sin duda el Centro Mexicano era lo mejor. Llegó enero, habrá sido el 12 o el 13 cuando enfilé a casa del usurero, ahí mostré el contrato, pagué y te trajeron a mí; no te maltrataron ni te exhibieron. Si no…

Te tomé y sin duda te llevé directo a la casa, bueno, al refugio, y demonios y fantasmas y ángeles caídos como mis sueños de juventud, se alegraron de tu regreso. Y ya no hubo que salir a nada ¿para qué? Faltaba la chimenea, cierto, pero el nuevo edredón con que dormimos no estaba mal, ¿no crees? Ya no estés chiveada negra, ya estamos juntos…

¿Te acuerdas la cara que puso el empleado cuando quiso hacerse el chistoso al entregarte?, el tonito de “…aquí está su prenda señor”… Ja, já, las cejas que alzó cuando me hiciste sonar como tú, y aclarar con el poder que da ser un don nadie pero con mujer: Se llama Lola, Fender Stratocaster cosecha 1992, y ahora vuelve con su negro santo.

 

 

La Guadalupe SMA

noviembre 2017

 

 

   

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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