YUCATÁN, MX.- El huracán del siglo, el huracán asesino, el súper huracán, son sólo algunos de los motes del Huracán Gilberto, que el 14 de septiembre de 1988 azotara Quintana Roo y Yucatán; en apenas trece horas, durante las cuales cruzó la península, devastó todo lo que encontró a su paso, las cuantiosas pérdidas, dicen, fueron evidencia de que las autoridades tardaron en dar la alerta a la ciudadanía.
A las 19:00 horas de aquel miércoles, Yucatán se quedó sin suministro de energía eléctrica y sin agua potable; todo tipo de actividad fue suspendida, no hubo aviones, ni trenes, ni autobuses. La única manera de comunicarse a la Ciudad de México era por radio.
Al día siguiente se pudo ver la zona del desastre: árboles y postes caídos, techos de lámina volados, numerosas viviendas que quedaron en escombros; en municipios como Pisté, el agua alcanzó casi un metro de profundidad. En Progreso, el malecón quedó borrado del mapa, sus calles se convirtieron en cauces por el agua del mar que arrastraba vidrios, maderas y árboles.
El cálculo de los daños fue de 245 mil millones de pesos; se registraron seis víctimas mortales: cuatro en Dzidzantún y dos en Progreso; siete desaparecidos durante las caóticas primeras horas, retornaron más tarde, a lo que quedó de sus hogares, sanos y salvos. (Con información de: Diario de Yucatán)