Prevén menonitas de Chihuahua establecerse pronto en Campeche para conservar su vida tradicional

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EN SABINAL VIVEN 1,500 HABITANTES DE LA COMUNIDAD MENONITA, DISTRIBUIDOS EN 12 CAMPOS.

CHIHUAHUA, MX.- Entre los pastizales de un Chihuahua violento, existe un pueblo atrapado en el tiempo, donde sus habitantes de piel blanca, ojos claros y cabello rubio hablan alemán, no tienen celulares y todavía se transportan en carretas jaladas por caballos. Sabinal es una comunidad de 10 mil hectáreas, formada hace 26 años por un grupo de menonitas tradicionales, en Ascensión, publicó El Heraldo de México.

Aunque sus antepasados son de Alemania, Holanda, Rusia y Canadá, los fundadores del Sabinal son mexicanos, provenientes de Zacatecas, donde aseguran que se les acabaron las tierras para sembrar y por eso decidieron emigrar junto con sus carretas y caballos hasta el desierto chihuahuense.

Unos mil 500 menonitas aseguran disfrutar de la paz del aislamiento, entre fructíferos campos verdes, una fábrica de queso y granjas con vacas y gallinas.

Guiados por sus líderes religiosos, sus habitantes luchan por mantener su cultura, basada en el cristianismo anabaptista tradicional, por lo que viven lejos de televisiones, teléfonos, vehículos automotores e internet.

Los hombres hablan algo de español por el contacto que tienen con quienes llegan a comprarles sus productos, mientras que muy pocas mujeres lo entienden.

El Sabinal tiene un paisaje diferente. Las casas están muy separadas una de otra y están rodeadas de grandes árboles y caminos de flores de diversos colores.

Enormes girasoles, hasta del tamaño de un balón de fútbol, y plantíos de calabazas forman parte de sus jardines, con pequeñas granjas con gallinas, pollos y vacas junto a algunas de las viviendas.

Los niños corren jugando entre los patios de sus casas y se esconden entre los árboles al descubrir a extraños.

Para los menonitas, la escuela es importante para estudiar la Biblia, sumar, multiplicar, dividir, aprender a leer y escribir el alemán alto y bajo, y conocer la historia menonita. Pero pronto es necesario trabajar.

Las niñas sólo van seis años a la escuela y los niños siete, pero seis meses y descansan los otros seis.

La mayoría de los hombres se dedican a la agricultura y la ganadería, como Heinrich Braun, de 35 años de edad, que vive con su esposa y sus siete hijas de uno a 16 años.

“La tierra aquí es muy chingona, trabaja muy bien”, asegura, pero todos los días ordeña a sus vacas a las 6:00 de la mañana y a las 6:00 de la tarde, “si no haces eso, te dan menos leche”, explica.

Después de 26 años sin televisiones, teléfonos, celulares, internet, ni vehículos automotores, y con tractores acondicionados con llantas de fierro, la llegada de la luz eléctrica se ha convertido en un dilema para sus habitantes.

Todavía no saben cuánto tardará en llegar la luz al total de las viviendas, pero en los próximos meses migrarán algunas familias a otro sitio aislado de Campeche.

Hace unas semanas, sus líderes viajaron hasta el sur del país para comprar tierras y esperan que, en unos meses, cerca de 30 por ciento de la comunidad quiera migrar, aunque aún no saben bien cuántos lo harán.

Muchos de los jóvenes esperan que pronto la luz eléctrica llegue a todos los campos para tener una tele, una bocina y un celular, aunque algunos ya los tienen de manera clandestina.

Por eso, mientras unos están convencidos de quedarse a esperar la luz eléctrica a sus casas, otros aseguran que así viven mejor. (Fotos: Hérika Martínez / Fuente: El Heraldo de México)

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