Certificación obligatoria: una fórmula para garantizar la sostenibilidad del turismo costero en Tulum | Por Carlos Meade

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Ante el fracaso del modelo EcoChic en la costa de Tulum, el debate sobre la introducción de agua potable, red de drenaje y red eléctrica abre interrogantes y cuestionamientos muy atendibles. En nuestra entrega anterior hicimos un análisis somero de esta problemática

Allí planteamos que, a primera vista, pareciera que no existe otra opción. Los hoteles generan electricidad con ruidosas y contaminantes plantas de diésel. No es que la generación de electricidad por la CFE sea en todos los casos limpia, pero desde luego es una opción menos contaminante.

No vemos un gran problema en la introducción del agua potable y la red eléctrica, más allá de que, con tal infraestructura, se pretenda impulsar más desarrollo hotelero. Pero, desde luego, el tema más difícil es el del tratamiento de las aguas residuales. La propuesta municipal de hacer llegar la red de drenaje pudiera resultar un grave error ya que la inestabilidad de los suelos en los ecosistemas de duna costera y manglar sería un factor de riesgo constante de fugas. Un estudio muy serio debería determinar la viabilidad de esta alternativa.

La ruptura de las tuberías, igual que ahora el deficiente mantenimiento de las plantas de tratamiento de los hoteles, no podría tener la inspección necesaria para evitar afectaciones en las aguas costeras.

Una propuesta que está manejando la Red Tulum Sostenible es la obligación de que los hoteles certifiquen sus prácticas ambientales en la operación. ¿Por qué? Veamos. Los esquemas de trabajo de las certificadores se basan en indicadores concretos que se revisan cada año. Los diagnósticos y evaluaciones los aplican consultores especializados que no se prestan a simulaciones ya que están sujetos a severas supervisiones. Los sellos que ofrecen las certificadoras tienen el respaldo de su seriedad y de su reconocimiento a nivel internacional. Definitivamente aquí el índice de corrupción es casi nulo.

Las certificadoras se encargan de evaluar periódicamente a sus clientes y pueden hacer visitas sorpresa, de forma que se garantice la gestión ambiental como una política y una operación permanentes. El incumplimiento de los estándares mínimos, causan la pérdida del certificado así que las empresas se ven obligadas a sostener un modelo apropiado de operación.

Si el municipio no cuenta con los inspectores necesarios, las empresas certificadoras sí podrían llevar a cabo una vigilancia, señalando los correctivos a adoptar, en caso necesario y, como se dijo, con la posibilidad de retirar el sello a quien no alcance el estándar requerido.

Al perder el sello, el municipio podría suspender la licencia de funcionamiento y no otorgarla hasta que la empresa vuelva a alcanzar el estándar exigido por la certificadora.

La certificación tiene un costo, desde luego, pero también ofrece, a mediano y largo plazo, un beneficio económico ya que el sello verde otorga prestigio a la empresa y asegura al cliente la buena gestión ambiental de las instalaciones.

La mayoría de los sellos incluyen también, con mayor o menor preponderancia, otros aspectos de la sostenibilidad, como son una buena gestión administrativa y laboral y una política social con beneficios para la población local.

Como dijimos, un tema especialmente delicado es el de los sistemas de tratamiento de las aguas residuales. Si acercar la red de drenaje implica un riesgo, también lo es el manejo in situ. A la fecha los hoteles se las arreglan con pequeñas plantas de tratamiento y fosas sépticas que son difíciles de supervisar. Las plantas suelen estar saturadas y la existencia de fosas sépticas y plantas que producen lodos implica el ir y venir de las pipas, de las cuales no siempre se sabe si sus aguas llegarán a una planta de tratamiento o serán liberadas al ambiente en una brecha.

Algunos hoteles cuentan también con humedales, donde las aguas residuales reciben un tratamiento terciario, que es el adecuado porque las plantas de tratamiento convencionales sólo eliminan elementos patógenos, pero no procesan adecuadamente los nutrientes, los que al liberarse al ambiente afectan a la biodiversidad local y mucho más allá. Estos nutrientes son los mismos que en los ríos de Sudamérica están generando el crecimiento del sargazo.

Estos sistemas de humedales artificiales también requieren de un mantenimiento y supervisión que no tienen. La calidad del agua al final del tratamiento debería ser analizada sistemáticamente, pero ni el gobierno exige y supervisa ni la empresa se hace responsable.

Una opción que se debería adoptar es el uso de microorganismos que ayudan a remover nutrientes y que evitan la formación de lodos. Esto implica un agua de mejor calidad al final del tratamiento, que puede usarse para riego sin ningún riesgo. También implica menos pipas ya que no habrá lodos.

Algunos cuestionarán que la introducción de microorganismos en los diferentes ecosistemas podría afectar a la biodiversidad local, pero esto no aplica si estos microorganismos son generados a partir de bacterias locales.

¿Tendrá la Dirección de Ecología la voluntad y la capacidad de impulsar los procesos de certificación que, al final, podrían convertir a Tulum en un destino sostenible como ya lo es Huatulco en Oaxaca?

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