La flor de la palabra: 26 años del levantamiento zapatista | Por Gilberto Avilez Tax

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El 1 de enero de 1994, la historia de México, la historia sedimentada por largos años de coloniaje, opresión, injusticia y desigualdad, que es y ha sido la historia de la relación entre los pueblos indios con las distintas caretas del Estado occidental (Estado extractivista-despótico en los tres siglos coloniales; estado liberal haciendo las guerras de castas a los pueblos originarios en el siglo XIX; Estado postrevolucionario indigenista desindianizando y castellanizando a las distintas otredades originarias en el siglo XX), regresó nuevamente por sus fueros con la irrupción zapatista del 1 de enero de 1994, el día mismo en que el gobierno neoliberal de Carlos Salinas de Gortari, se disponía a brindar efusivamente por la entrada en vigor del TLCAN signado por México, Estados Unidos y Canadá.

La guerrilla neo zapatista, lo vio exacto el desaparecido Carlos Montemayor, no era del tiempo inmediato, sino que formaba parte de la larga historia de resistencia popular del México que quiso ser negado y omitido del discurso triunfalista de la historia por las distintas élites extranjerizantes que habían gobernado este país al día siguiente de la conquista. La recurrencia era la característica principal, los brotes intempestivos de rebeldía indígena vienen de vez en vez como esos torrentes que desde lejos inundan las selvas del sureste mexicano.
Después del 1 de enero de 1994, mucha tinta –docta, literaria, periodística, política-ha corrido para tratar de interpretar la historia, las consecuencias, los futuros posibles que abrió la brecha zapatista en el país. Creo que lo más importante de todo esto, fue que, en los círculos cerrados de los neoliberales en el poder, la cuestión indígena (las variopintas luchas por la tierra, las autonomías, la cultura, las lenguas, las memorias de los pueblos originarios, los sistemas productivos, el derecho a seguir haciendo la milpa) tuvo el impulso necesario que faltaba para, desde ese entonces, posibilitar la modificación progresiva de la relación pueblos indios-Estado mexicano. La consecuencia fundamental fueron los

Acuerdos de San Andrés Larráinzar sobre Derechos y Cultura indígena, de 1996, suscrito por el gobierno mexicano y la comandancia zapatista. En fin, como se dijo en la Cuarta Declaración de la Selva Lacandona, del 1 de enero de 1994, la “flor de la palabra” cantada por las tantas lenguas originarias del país, se resistía a morir y daba cara a un futuro que sólo podía construirse desde abajo.

El “¡Ya basta!” del 1 de enero de 1994, era la palabra que venía “desde el fondo de la historia y de la tierra” y que ya no sería arrancada por la soberbia del poder”. Este paradigmático ejemplo de la resistencia de los pueblos de Chiapas, era el mismo ejemplo de resistencia de los pueblos de Oaxaca, de Guerrero, de Michoacán, de los pueblos mayas de la Península de Yucatán, y de todos los pueblos originarios de México.

Como parte de las rememoraciones de este día, comparto para los lectores unas fotografías de un periódico yucateco que dio cuenta del conflicto hace 26 años. Esto fue lo que leyeron y vieron los peninsulares hace 26 años.

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