Otra vez arreció la lluvia y me sorprendió con las ventanas abiertas.
De tanto esperar septiembre, se atascaron las orillas con las gotas veraniegas.
De tanto esperar septiembre, me acomodé del lado contrario en señal de protesta por no tener su aliento cerca.
Usted, en otro sitio; en otra cama, en una posición diferente; con un cariño distinto; con el tedio estropeado, pero puntual.
Usted, que como agosto, se llevó mis arrebatos de inmensidad que traigo cargando en el alma.
Usted, que como agosto, recaló en mis brazos cuando el adiós era inminente.
Usted, que como agosto, sustentó las madejas nómadas de risa.
Hoy de madrugada, usted y septiembre llevan la misma causa, el mismo nombre, los mismos labios y en cada caricia, incrustado el desatino de mi fe.