CIUDAD DE MÉXICO, MX.- México, al igual que el resto del mundo, enfrenta un incremento de conducta suicida en adolescentes. Tan sólo en los pasados cinco años, la tasa de suicidios en este grupo etario se incrementó en 20 por ciento, afirmó Lorena López, directora de Gestión de Servicios Siquiátricos de la Comisión Nacional de Salud Mental y Adicciones (Conasama) de la Secretaría de Salud, publicó La Jornada.
Datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) revelan que en 2016, la tasa de suicidio para la población de 15 a 19 años fue de 6.9 por cada 100 mil habitantes, pero en 2022 ese índice subió a 7.7, mientras en los niños de 10 a 14 años pasó de 2 a 2.1 por cada 100 mil habitantes en ese mismo periodo.
La especialista destacó que si bien a escala nacional la tasa general de muertes autoinfligidas disminuyó de 6.5 a 6.2 por cada 100 mil habitantes (una reducción de 213 fallecimientos) entre 2021 y 2022, “en el mundo, y México no es la excepción, estamos sufriendo un fenómeno de conducta suicida en población adolescente de 16 a 19 años. Por ello, el Programa Nacional de Prevención del Suicidio busca fortalecer las estrategias destinadas a niños, niñas y adolescentes”.
En entrevista con La Jornada explicó que desde este mes, en colaboración con la Secretaría de Educación Pública (SEP), por medio de las subsecretarías de Educación Media Superior y de Educación Superior, se realizará una medición o tamizaje en población de 15 a 29 años, a fin de afinar las estrategias de prevención, pues se trata, aseveró, de un fenómeno que se agudizó tras la pandemia de covid-19.
“Consideramos que es uno de los efectos de la pospandemia: niños y adolescentes estuvieron largos periodos confinados en casa, por lo que no realizaron actividades con sus pares, que son muy importantes para su desarrollo cognitivo”, indicó.
Un segundo fenómeno fue que tras dos años del cierre de escuelas, se habituaron a trabajar en teletrabajo, pero regresaron a la escuela y la demanda de actividades día a día fue mucha. La relación con los pares empezó a costar muchísimo trabajo. De pronto sus amigos ya no eran sus amigos, su novio o novia dejó de serlo, e incluso cambiar a un nuevo nivel educativo donde no conocían a nadie fue durísimo y les costó mucho trabajo.
A ello se suma que “en este mundo posmoderno las demandas que tenemos hacia las adolescencias son muchas, porque seguimos teniendo una visión de adultocentrismo. Les pedimos que rindan, que hagan y que respondan física, emocional y académicamente e incluso, en algunos casos, laboralmente, como si fueran unos adultos, cuando todo debe ser paulatino”.
Además, indicó López, otra consecuencia de la pandemia fue que muchos niños y adolescentes quedaron huérfanos, a lo que se suma un fenómeno de migración de una colonia a otra, de una casa a otra, lo que también genera inestabilidad.
La especialista señaló que si bien la adolescencia genera irritabilidad y mal humor, los padres y su entorno cercano deben estar alertas ante señales de riesgo como cambios abruptos de conducta, de irritabilidad, tristeza, enojo o ira, así como estados muy eufóricos. Ante cualquier posibilidad de riesgo, indicó, se debe acudir a valoración a cualquiera de los 344 Centros Comunitarios de Salud Mental y Adicciones (Cecosamas) en el territorio nacional o llamar a la Línea de la Vida (800-911-2000), que opera 24 horas. (Fuente: La Jornada)