Javier Bátiz en Playa

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PLAYA DEL CARMEN, MX.- Durante tres días, Javier Bátiz estuvo en Playa del Carmen y, desde The Jam Session, un lugar donde al ocultarse el sol uno puede sumergirse en noches de rock y blues al final de la Quinta Avenida, prodigó su genio en la guitarra, demostrando que tras 52 años de carrera sus facultades y su pasión por música siguen intactas.


Javier Bátiz, el tijuanense, quizá no todos lo sepan, es el legendario y verdadero padre del rock en México, el que mostró a principios de los sesentas a decenas de músicos la vena del auténtico blues, el rock y el R&B de gente como Muddy Waters, B.B. King, Chuck Berry, Howlin Wolf y James Brown.
Y además, Bátiz es el hombre que, sin lugar a dudas pese a toda la polémica de la anecdota y la leyenda, inspiró a un jovencito llamado Carlos Santana para cambiar el violín de mariachi que su padre le impuso aprender por una guitarra eléctrica y hoy todos sabemos lo que ha hecho con ella.
Bromista, socarrón, divertido y sarcástico con su propia condición de leyenda del rock en el olvido, tequilero empedernido, y condescendiente con el público, acompañado de la “Tijuanera”, su guitarra eléctrica con la sigue haciendo lo que quiere, sacándole los sonidos más profundos con ese “feeling” que fue y sigue siendo su sello, Javier Bátiz deleitó a los asistentes con muchas canciones que casi nadie conoce “porque son las mías” y versiones de algunos de los clásicos del rock, el folk y el blues que ha hecho suyos e interpreta como pocos.
Una de ellas fue precisamente “La Casa del Sol Naciente”, que es el título de unos de sus discos de 1997, en donde nos ofrece su electrizante versión en español de la canción homónima que popularizara la banda británica The Animals en los sesentas, y que antes ya habían tocado Bob Dylan y Joan Baez.
Durante los tres días que estuvo en The Jam Session, Bátiz tocó como un jovencito, sin dar muestras de cansancio y feliz cuando se despedía y le hacían aventarse una más, sin importar si el público era escaso: siempre poniendo el corazón por delante.
Javier Bátiz, quien dio su primer concierto en Playa del Carmen que se recuerde en 1993, en el entonces estadio de beisbol “Carlos Cordero Pérez” donde luego se construyó la Mega, se ha vuelto un asiduo visitante de la Riviera Maya, a donde regresa por lo menos una vez al año como José Alfredo, al mismo lugar y con la misma gente: The Jam Session de Renato y Cia.
Terminada su estadía en Playa, Bátiz dará el 13 de julio otro concierto en un pequeño antro de Cancún, El Barezzito, donde continuará la celebración de sus 52 años como músico, ya que fue en 1957 cuando armó su propia banda, los TJ’s, en la que años después el propio Santana tocaría el bajo.
Será una pena que este monstruo de la guitarra pase desapercibido.
La única certeza que nos queda es que algún día arderemos en el infierno en el que no creemos por haber tenido tanto tiempo en el olvido a Javier Bátiz. México le debe, a su arte, algo más que una reverencia. (Noticaribe)

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1 COMENTARIO

  1. Gracias por tu comentario Nairda. Sobre Santana no son pocos los que dicen que después de tanto tiempo, se repite en sus mismos acordes. Hay que reconocer que algo hay de eso. Es también cuestión de gustos y el hombre también ha tenido sus altibajos. Eso es humano. Por supuesto, es recomendable escuchar sólo la música de Santana, nunca sus entrevistas que son deleznables por la sarta de tonterías que se la pasa diciendo. No hay mayor diferencia entre Santana y Bátiz que esa: mientras el primero parece vivir en el limbo de sus alucines, el segundo sigue con los pies en la tierra hasta donde el sentido común y los tequilas lo permiten. En todo caso me quedo con el mejor Santana que quizá sea el primer Santana. Precisamente hoy, para pergueñar estas líneas, escuchaba Soul Sacrifice (http://www.youtube.com/watch?v=XnamP4-M9ko), que Santana interpretó en Woodstock, en 1969, y es electrizante y sin duda prueba de su excelsitud como guitarrista que no muchos logran alcanzar. No seré yo quien esta noche le quite méritos. Envejecer es parte de la vida y eso, irremediablemente, le ha pasado un poco a Santana, a Bátiz y a tantos otros.

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