El poeta del Naranjal

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Wildernain Villegas Carrillo, en su lugar de trabajo en la UIMQRoo.

Por Gilberto Avilez Tax

 

 

El lunes 21 de abril de 2018, conmemorando el día del libro, alumnos de la Licenciatura en Gestión y Desarrollo de las Artes de la Universidad Intercultural Maya de Quintana Roo (UIMQRoo)[1], así como sus maestros, organizaron un homenaje sorpresa al poeta Wildernain Villegas Carrillo, que hace diez años, en el 2008, fue el primer escritor en lengua maya yucateca en obtener el Premio Nezahualcóyotl de literatura en Lenguas Mexicanas con su poemario, El canto de la estirpe. En una nota de prensa donde se recogía los dictámenes del jurado calificador, se decía que, con El Canto de la estirpe, Villegas Carrillo “retoma las imágenes y el discurso de las tradiciones mayas, las apropia a sus recuerdos y hace con ellos un crisol poético de alta calidad literaria”.[2]

La ceremonia de premiación de hace diez años, realizada en el Teatro Peón Contreras de Mérida, ese recinto donde la otrora burguesía del henequén y la burguesía actual celebraba –y celebra- opíparamente sus saraos e imita hasta al absurdo a sus Francias y a sus Londres, dio paso al “fuego primigenio” de la palabra maya. En su discurso de aceptación del premio, el poeta de Naranjal, Quintana Roo, adujo lo siguiente: “Que este galardón sea una ofrenda, a la estirpe que nunca se ha arrodillado, ni jamás se arrodillará ante la discriminación”, y más que un reconocimiento a su trabajo poético, el premio Nezahualcóyotl era visto por Villegas Carrillo, como “un reconocimiento a mis hermanos mayas de las comunidades que aún tienen la costumbre de transmitir leyendas, mitos y cuentos a través de la oralidad. De esa tradición emana la obra que hoy se festeja”.[3]

Heredero de la gran civilización maya, Villegas Carrillo es un ejemplo de la reciedumbre cultural de su pueblo, del retorno de los signos y la escritura, del don de crear de los hijos de esta tierra; a su vez, su poesía es una muestra palpable e inobjetable de la renovación constante de esta gran cultura maya, duradera en el tiempo y que le ha hecho frente a los estragos coloniales desde hace más de 500 años.  La poesía del nieto de don Canuto Carrillo Canul, aquel abuelo que insufló el “polen de la memoria” en los cantos de Villegas, como perfectamente sintetizó Michela E. Craveri, es una perfecta fusión entre modernidad y tradición, pues no se queda en el difrasismo de la poesía maya clásica, sino que recurre al paralelismo y la isotopía, y conjuga expresiones nuevas, renovando la poesía escrita en lengua maya, y no se escora a la senda trillada de la poesía ritual o mítica, sino que adopta la lírica[4] como forma expresiva privilegiada para darnos “una mirada individual e íntima sobre el mundo, en donde afloran experiencias antes ausentes en la poesía [en lengua maya yucateca], como el amor, la sexualidad, la infancia, la relación con los abuelos”[5].

Miembro señero de las clases de Taller Literario que impartía en Chetumal el poeta Javier España, podríamos decir que la poesía de Villegas Carrillo hace honor a sus largas horas de lectura de la obra pazceana, pues es una elocuente y universal muestra de la tradición de la ruptura, “una perfecta fusión entre la tradición espiritual de los antiguos y la necesidad de encontrar nuevos caminos expresivos, entre lo local y lo atemporal”.[6] Estas son las palabras de Craveri sobre El canto de la estirpe, pero podemos extenderla a otras obras del maestro Villegas como Girándula, y su valiosa contribución, encaminada en la edición y difusión del “retorno de la palabra” maya escrita en Quintana Roo. En U suut t’aan, Donald H. Frischmann y Wildernain Villegas Carrillo, reúnen a once escritores del maaya t’aan, originarios o residentes en Quintana Roo, y que son ejemplos de la fuerte vitalidad de la poesía maya que no se cierra a la modernidad. Para Villegas Carrillo, la emergente literatura maya escrita en Quintana Roo, es universal en varios sentidos pues, aunque su óol, su alma, se nutre de la “oralitura”, de la tradición oral, es también una literatura escrita desde el momento histórico presente, no cerrada a los vaivenes de la modernidad:

Estamos en un momento histórico en que nos asumimos como parte de una sociedad plural en donde conservamos y fortalecemos nuestra identidad, a pesar que la modernidad impregna su influencia. La palabra maya a través de la literatura no está exenta de la influencia de la literatura en lengua española;[7] igual la que se genera en cualquier otro idioma no está exenta de la que se produce en otras lenguas…El canto poético es lenguaje universal del espíritu e intelecto humano sensible a lo que acontece en su interioridad y fuera de ella. No puede estar la palabra poética en Lengua Maya desligada del mundo, de los temas que desde siempre forman parte del hombre mismo; no hay forma de que la poesía no contenga y manifieste universalidad al ser propia de la naturaleza humana como lo es la vida y como lo es la muerte.[8]

Como señalamos líneas arriba, Villegas Carrillo, lector exquisito de la poesía creacionista de Huidobro, de las jergas románticas de Neruda y su torrente terrestre, de José Emilio Pacheco, de Efraín Bartolomé, de Borges, de Paz, Sabines, José Carlos Becerra, Cáceres  Carenzo, España Novelo y otros poetas de vanguardia; así como estudioso de la literatura maya escrita desde tiempos coloniales hasta el tiempo actual[9] es , antes que nada, un poeta formado en los talleres literarios, a los que acudió con prestancia en sus años iniciáticos. Aquellos años iniciáticos en Chetumal donde llevó, al taller literario, el ruido y furia de su infancia y adolescencia en Naranjal donde escuchó a la ch’och’elem (cigarra), en las tardes que preceden a las lluvias; caminó por los senderos del crepúsculo, buscando la tinta enigmática de la kóokay (luciérnaga); oyó en la laguna cercana de Naranjal el croar de la X muuch, y aprendió de su abuelo Canuto, a mirar el significado del nido de la yuya-oropéndola:

Oropéndola,

será larga la sequía,

larga como

tu

ni

do

pén

dulo.

Se marchitarán aguadas,

los pozos tendrán sed.

Alguien ha cifrado en ti el porvenir.[10]

Aquel pueblo de Naranjal que siempre -como el sol de Monterrey que perseguía al niño Alfonso Reyes-, al joven Wildernain lo perseguía el ruido de sus mil aves y los grillos de la aguada de su pueblo, mientras caminaba frente a bahías tranquilas donde dormitaban los lagartos del Hondo:

Otra vez el pueblo nos envuelve

con ruido atardecido de cerdos y caballos,

con gallinas y guajolotes que sacuden la luz de su plumaje,

con palomas que llevan en el pico una ramita de ocaso

mientras los niños giran su alegría en el trompo donde transcurre la ligereza del tiempo.[11]

Esta vasta sinfonía de voces y sonidos, estos paisajes selváticos de Naranjal, las pláticas con la abuela Herminia Gutiérrez Teh que sabía de plantas medicinales, la luna iluminando el pueblo con sus noches estrelladas, el niño Wildernain acompañando a su madre a buscar leña en el monte y faldeando la aguada, el ruido matutino de las chachalacas, el demasiado trópico que inunda sus días, fueron los veneros naturales de su poesía. Y esta red semántica sólo se pudo sedimentar con las tradiciones mayas escuchadas de su abuelo, el cazador, milpero y hombre de campo, Canuto Carrillo Canul. De su abuelo, originario de Tzucacab y uno de los fundadores de Naranjal, Villegas Carrillo recobró la antigua palabra, llenó de mitologías su infancia, y la escritura (lo podemos leer en El Canto de la estirpe), fue un medio para preservar el “óol” de su abuelo: “Desde muy pequeño –cuenta Villegas Carrillo- sentí el amor por la poesía como declamador. En la primaria, luego en la secundaria, comienzo mis primeros intentos de poesía: asisto ya a talleres en el Colegio de Bachilleres. Luego, en 1998, fallece mi abuelo y sentí la necesidad de seguir perdurando mis charlas con él, con esa forma de vida y de ver el mundo. Entonces, arranco con estos poemas de U K’aay ch’i’ibal /El canto de la estirpe, precisamente para perpetuar no solamente un legado cultura, sino también un legado de actitud hacia la vida que nos enseñan las comunidades”.[12]  El abuelo, “polen de esta memoria”, le enseñó los secretos del “Sip[13]”, el “mitológico guardián” del monte, oyó que el balché sirve para dialogar con los dioses, y que la lluvia nace en los cabellos de Cháak. El abuelo cazador le enseñó que:

Cuando la sequía nos devora

el venado sube al cerro más alto,

besa la piedra más grande y mana un líquido perpetuo;

se marchita la sed y de nuevo sólo queda la piedra,

que es sol astillando su furia en la dureza de sí mismo.[14]

El encuentro de Villegas Carrillo con el grupo literario de España Novelo significó, para las letras peninsulares, la vivificación del “óol”, del espíritu poético del poeta que traía a cuestas a Naranjal. Esto se dio a principios de la década del 2000, y, además, el poeta de Naranjal comenzó a frecuentar a escritores como Toribio Cruz (q.e.p.d) y el mayista Javier Gómez Navarrete.[15] Con este grupo de escritores afincados en Chetumal, Villegas Carrillo aprendió no solo a leer de forma exigente lo mejor de la tradición poética mexicana y latinoamericana, y a poetas de otras latitudes, sino que hizo suyo el rigor literario, el no facilismo, la exigencia de las lecturas y la disciplina literaria, ese arte cansado de la depuración de la cacofonía, la malsonancia y el adjetivo inexacto.[16] Esa importancia del taller literario,[17] con escritores conformados en una larga tradición poética,[18] lo ha rememorado de esta forma Villegas Carrillo:

La energía que le da vida a esta literatura [maya] es la tradición oral, allí toma su aliento, es decir su óol, también lo toma del pensamiento y la historia del pueblo maya. Asimismo, este óol es nutrido por los talleres literarios, tomados por los escritores y que fueron impartidos en su mayoría a través de la extinta Secretaría de Cultura, ahora que esta institución ha pasado a forma parte de los recuerdos ¿de qué manera Quintana Roo recuperará el impulso dado con anterioridad a este arte verbal?, ¿habrá un proyecto claro y justo para ello? La lengua Maya extiende las alas para alzar el vuelo en los diversos cantos de sus escritores, así muestra que está en movimiento, respira, tiene óol, está viva; es necesario impregnar este óol en los jóvenes y niños para perpetuarlo. La capacitación y la formación académica son fundamentales para dotar de fulgor a la literatura, por ello debería continuar su impulso desde las instituciones. Sin embargo, escribir no es suficiente es preciso leer para que tenga sentido.[19]

Desde hace casi una década, Villegas Carrillo, desde la Universidad Intercultural Maya de Quintana Roo, contribuye para la nueva formación de jóvenes escritores en lengua maya. Actualmente es el coordinador de la licenciatura en Gestión y Desarrollo de las Artes de la UIMQRoo, y ha hecho suyo esa idea de impregnar con el óol académico a las nuevas generaciones de artistas de Quintana Roo, entre los que sobresalen creadores plásticos, cantantes y jóvenes escritores que se nutren de las tradiciones culturales de la región.[20]

Esos jóvenes artistas, como dije al inicio de este texto, el 23 de abril de 2018 le rindieron homenaje al poeta en su tierra natal, Naranjal, por su ingente labor como promotor y creador de las artes literarias en lengua maya en el estado. Hubo un gremio que recorrió el centro del poblado con un grupo de charanga de la universidad, se repartieron tacos de cochinita y horchata entre los asistentes, y hubo recitales de la poesía del festejado, alguien cantó una canción moderna para el cruzoob, se bailó el maya paax y se lanzaron discursos. Finalizo este texto transcribiendo mi participación en el evento.

 

Palabras dichas en el domo del parque principal de Naranjal

Estoy aquí en Naranjal, comunidad del municipio de José María Morelos, Quintana Roo, fundado por milperos del cono sur de Yucatán, para aproximarme a la palabra, al “U Suut T’aan”, al retorno de la palabra maya de un demiurgo de las palabras que hace 37 años tuvo la suerte de nacer, de germinar en esta ubérrima selva maya: el poeta Wildernain Villegas Carrillo. No voy realizar un discurso plagado de doctas sentencias de un estudioso de la literatura y la historia maya, ni a explayarme como un erudito de esta milenaria y siempre reverdecida cultura nuestra, porque no lo soy. Más bien quiero compartirles, a todos ustedes, mi encuentro con el poeta Villegas Carrillo.

Conocí a Wildernain Villegas Carrillo en una lejana tarde de abril (aunque puede ser de mayo o junio, mi memoria no es un archivero, es un conjunto inconexo de islas semánticas), a principios de la primera década de este siglo, de este milenio desbocado, creo que en el 2004.

En unas clases borrosas de “taller literario” que tomaba en la Universidad de Quintana Roo, y a las que asistía puntual todos los viernes de 8 a diez de la noche, el maestro España, poeta señero de estas tierras palustres y uno de los maestros de Villegas Carrillo – su otro maestro es el sabio mayista akileño, Gómez Navarrete- de vez en vez hacía la referencia a un joven tlacuilo, a un entusiasta “aj iij’ t’aan, poeta, cantor, vate, chilam, bardo andante.

España hablaba de un tal Wildernain y las lecturas y aproximaciones a la escritura que este hacía, a ese lenguaje que podía saludar a las mañanas marceñas con sus églogas a lo Virgilio, y que dibujaba un mar de cobre selvático. No sabía que, para ese entonces, el fermento de la tierra de Naranjal, su tierra, tal vez le obligaba a escribir al poeta radicado en la triste Chetumal, que ahí, en esa ciudad crecida al lado del Hondo, la lluvia no saciaba chultunes, no fecundaba florestas, no lamía la noche del venado y convertía a los sapos en “pedazos de jade musical”. En cambio, la lluvia de Chetumal, arruinaba “discursos oficiales” y la volvía charca insalubre.

En las discusiones del Taller literario, este “tránsfuga de la poesía” que habla, como hace unos días me recordó con exactitud el poeta al que hoy se homenajea, quiso aprender la experiencia literaria con un contemporáneo suyo y, desde luego, un casi vecino. Quise desde entonces conocer al joven escritor tantas veces mentado. Yo no sabía que escribía en maya, en ese entonces.

Es más, puedo decir que no tenía presente que habían escritores en lengua maya (y es por eso la importancia del homenajeado), no sabía que el Maaya T’aan había recorrido todos los leguarios de la resistencia, que fue escrito en piedras intemporales, cortezas de árboles y dinteles de zapotes, que pasó la dura prueba del culturicidio allá en Maní con el desbarato del pirómano Landa; que los cantos, plegarias y escritura, escritos ya en el alfabeto de los “castilanes”, buscaron veneros subrepticios en la Colonia con los cantares de los pueblos, los documentos de tierras, los testamentos de los batabes, los vaticinios de los chilames.

Después de la quemadera de los siglos de colonización y cristianización, y en el siglo XX, con la execrable castellanización-desindianización de un Estado indigenista postrevolucionario, esa lengua maya, el Maya Than, encontró el Sacbé firme de su fuerza desde que fue rescatada lexicalmente en el primer contacto con los trabajos de Gaspar Antonio Xiu (el informante de las Relaciones histórico geográficas y el que seguramente instruyó a Landa en el secreto de la Relación de Yucatán) y que contribuyeron a su reciedumbre Villalpandos, Torralbas, Santa Rosas y eruditos decimonónicos como Juan Pío Pérez y su vasto diccionario, el prusiano Herman Berend, o el obispo Carrillo y Ancona con su obra interminable. Es el  Maaya T’aan que ha posibilitado la grandeza del desciframiento de los glifos mayas como el sabio Barrera Vázquez, el primer presidente de la primera Academia de la Lengua Maya en la década de 1930, aseguró en el prólogo al Cordemex.  Ese diccionario Cordemex que, si uno es perspicaz y va un día al cubículo del poeta Villegas Carrillo, lo verá ahí, al lado de su mano izquierda, en el escritorio del poeta, aquel poeta que, en su poesía, amorosa o nostálgica de la selva, trae de nuevo, a los días actuales, las palabras primigenias de sus mayores.

Pero estoy aquí para contarles que un día me extravié entre esas callejuelas caliginosas que se encuentran en las inmediaciones de la UQRoo, y mis pasos fueron a dar a una cuartería. Esta cuartería era poblada por pura gente de Sabán, de JMM, gente sencilla que hablaba la lengua maya y que no guardaba dobleces. Me dijeron que ahí vivía un poeta, inquirí de quién se trataba y me dijeron su nombre. No lo pensé dos veces y toqué a su puerta, ahí estaba. No me acuerdo que le dije, hablamos de España, de la literatura, de la poesía. Teníamos autores similares que leíamos con devoción. Me invitó galletas, siempre sonriente, esa sonrisa que nunca ha desaparecido del rostro de Wildernain, un “chéejmáak”. Esa fue la única vez que lo vi. Doce años después, la UIMQRoo me dio la oportunidad de volverlo a encontrar. Muchas cosas han pasado, premios que ha cosechado el poeta de Naranjal. Villegas Carrillo, lo dicen estudiosos regionales, nacionales y extranjeros, se ha convertido en una joven ceiba poética enraizado en la tradición y la modernidad poética.

Muchas gracias.

 

[1] Por cierto, hay que recalcar que esta licenciatura es la única en su género en Quintana Roo, que se aboca exclusivamente a la revalorización del arte y la cultura, poniendo énfasis en el rescate de esa rica tradición cultural y artística del pueblo maya peninsular.

[2] “Premio Nezahualcóyotl para el poeta maya Wildernain Villegas”. Letralia, 1 de diciembre de 2008. En https://letralia.com/200/1128villegas.htm

[3] “El premio”, por Margarito Molina. 7 de diciembre de 2008. http://chak-kay.blogspot.mx/2008/12/

[4] Con fuertes resonancias de la lírica clásica griega.

[5] Michela E. Craveri. “Presentación” de U K’aay Ch’iibal. El Canto de la estirpe. México. Conaculta, 2009, p. 16.

[6] Craveri, ídem.

[7] De hecho, nunca lo ha estado desde que los primeros frailes, en el lejano siglo XVI, educaron, en la mejor tradición humanística medieval, a algunos de los nobles mayas, como Gaspar Antonio Chi, el primer mayista nativo que sabía latín, castellano, maya y náhuatl. El dominio del alfabeto castellano para la escritura maya, posibilitó el rescate y preservación de las antiguas tradiciones prehispánicas durante la colonia, pero de igual forma supuso la mezcolanza de ella con la influencia del orbe hispano (Los libros de Chilam Balam son prueba de ello). El conocimiento de la escritura alfabética estribó no sólo en la salvaguarda de la historia y los conocimientos mayas, sino, también, en la cohesión política de sus pueblos. Caroline Cunill (2008). “La Alfabetización De Los Mayas Yucatecos y sus Consecuencias Sociales, 1545-1580”. Estudios de Cultura Maya, XXXI., p. 185.

[8] Wildernain Villegas Carrillo. “La universalidad de la literatura que emerge en Quintana Roo” (2016). En U Suut T’aan. El Retorno de la palabra. Voces de escritores mayas en Quintana Roo. Donald H. Frischmann y Wildernain Villegas Carrillo (editores). Edición trilingüe. Chetumal. Secretaría de Cultura-Gobierno del Estado de Quintana Roo, págs. 54 y 57.

[9] Como podemos leer en su ensayo “La universalidad de la literatura que emerge en Quintana Roo”, Villegas Carrillo es un lector fervoroso de El ritual de los Bacabes, de Los cantares de Dzilbalché, de El Chilam Balam de Chumayel. Además, joven maestro, reconoce la fuerza poética de escritores mayas que lo han precedido como el profundo poeta Gaspar Maglah Canul, y su maestro, Javier Gómez Navarrete. Cfr. Para Maglah y Gómez Navarrete, a Gilberto Avilez Tax. “El poeta de Kantunilkín”. Noticaribe, 1 de noviembre de 2017. http://noticaribe.com.mx/2017/11/01/el-poeta-de-kantunilkin-por-gilberto-avilez-tax/

[10] Fragmento del poema Oropéndola. En El Canto de la estirpe, extractado del libro U túumben k’aayilob X-Ya’axche’. Los nuevos cantos de la ceiba. Escritores mayas contemporáneos. Vol. II. Edición bilingüe. Donald H. Frissmann y Miguel Ángel May May (coordinadores). Mérida, Sedeculta, p. 440.

[11] Fragmento del poema “Ofrenda de la sed”, en El Canto de la Estirpe, p. 130.

[12] Entrevista de Donald Frischmann a Villegas Carrillo, JMM, julio de 2009. Donald H. Frischmann. “A la puerta de tu corazón: Arte verbal del Maaya T’aan en Quintana Roo”, en U Suut T’aan. El Retorno de la palabra…p. 19.

[13] Según el Cordemex, el sip se refiere a “deidades mayas de la cacería para los mayas actuales de Yucatán y Q.Roo; los sip-es son espíritus que habitan en los montes y se encargan de proteger a los venados de los cazadores”.

[14] Fragmento del poema “Resplandece la huella”, en El Canto de la Estirpe, p. 102.

[15] ¿Quién sino Villegas Carrillo puede hablar con soltura del mayista akileño, Gómez Navarrete? “A Gómez Navarrete, o el Maestro Javier como le decimos los que hemos sido sus alumnos, lo conocí en Bacalar Quintana Roo en el 2001 cuando tomamos un curso de creación literaria y traducción a lenguas originarias. Desde ese entonces el bondadoso profesor fue para mí un guía, comprometido hasta la médula con la educación y el impulso a los jóvenes”. Villegas Carrillo. “La universalidad de la literatura que emerge en Quintana Roo”, pp. 57-58.

[16] Conversación telefónica con el poeta Wildernain Villegas Carrillo, JMM, Quintana Roo. 26 de abril de 2018.

[17] Los talleres literarios de Javier España Novelo en Chetumal tuvieron dos recintos donde acudían los jóvenes quintanarroenses (y no quintanarroenses) a dar rienda suelta a su imaginación poética y literaria: uno era los establecimientos de la Secretaría de Cultura de Quintana Roo, a donde acudió Villegas Carrillo, y el otro, las aulas de la Universidad de Quintana Roo. En el 2017, España compiló un libro con los poemas, cuentos y relatos de universitarios con inclinaciones literarias. Cfr. Historia de Cartapacios. Compilación de textos literarios de estudiantes de la Universidad de Quintana Roo (1996-2016). Chetumal. UQRoo. 2017.

[18] Aunque sea chetumaleño de origen, no hay duda de que España Novelo nutre su conocimiento literario del microcosmos de escritores y literatos meridanos de la década de 1980. Su maestro fue el fenecido Cáceres Carenzo, a quien el joven Villegas Carrillo también conoció, trató y, desde luego, leyó con fruición.

[19] Wildernain Villegas Carrillo. “La universalidad de la literatura que emerge en Quintana Roo”, p. 60.

[20] De hecho, el objetivo general del programa de la Licenciatura en Gestión y Desarrollo de las Artes, es el de “formar individuos con alto sentido de responsabilidad social, capaces de diseñar, gestionar, implementar, asesorar y evaluar proyectos que busquen el desarrollo de las artes, tomando en cuenta las tradiciones y costumbres de la cultura originaria, para contribuir al desarrollo integral de la región”. UIMQRoo. Plan de Estudios del Programa Integrado de Profesional Asociado y Licenciatura en Gestión y Desarrollo de las Artes. José María Morelos, Quintana Roo, enero de 2016, p. 5.

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