El triunfo aplastante de Morena generó una burbuja de oxígeno en el irrespirablemente tóxico ambiente de la política mexicana, pero será muy difícil mantener con vida a esa burbuja, que se verá asediada por todas las inercias viciosas del sistema político y de los usos y costumbres ciudadanos donde la corrupción está arraigada hasta la médula.
Ante la avalancha de problemas de toda índole (económicos, sociales, ambientales), que será imposible resolver a corto y mediano plazo, al menos se espera que la lucha contra la corrupción sea consistente, congruente, indiscriminada. Pero nada va a pasar si los ciudadanos no empujamos con determinación esta consigna del nuevo gobierno. Es importante que haya acciones inmediatas y que la justicia sea imparcial y expedita. Se necesitan casos emblemáticos donde los infractores enfrenten las consecuencias. Sólo así el ciudadano de a pie podrá constatar que hay un viraje real y podrá sumarse a una nueva forma de ser donde la corrupción es condenable, se persigue de oficio y se paga con cárcel; y donde la impunidad ya no tiene cabida.
Esto equivaldría a un viraje radical que entierre la vieja costumbre de considerar natural que los políticos roben, que los medios de comunicación mientan, que la simulación sustituya a la realidad y tantas otras creencias arraigadas de una población educada por el modo priísta de ser y actuar.
Ojalá la coyuntura que abre el mensaje de las urnas, por un cambio, sea aprovechada para dar un golpe de timón y subir a todo mundo al barco de la anticorrupción. El reto es enorme pues desde los orígenes coloniales de la nación, la transa, el chanchullo, la simulación, la impunidad, el robo y la complicidad han formado parte del funcionamiento del estado.
Ya no queremos un pez gordo que se mete a la cárcel como un acto de simulación justiciera. Queremos que todos los peces infractores, del tamaño que sea, sean juzgados y condenados en apego a nuestro marco jurídico. Queremos que todos los actos de autoridad estén sustentados en la ley, queremos que se persiga la ineficiencia, la mediocridad, el ausentismo, el despotismo, el nepotismo y todas esas formas de corrupción burocrática que muchas veces pasan inadvertidas. No toleremos más plazas de aviadores ni servidores públicos que hacen como que trabajan, pero en realidad no hacen nada, ni toleremos personal de ventanilla torpe y majadero. Debe quedar claro que nosotros pagamos sus salarios con nuestros impuestos.
Desmantelar al priísta que todos llevamos dentro no será una tarea fácil. Tomará años de insistentes prácticas democráticas y de reeducación en una cultura de la transparencia, de la rendición de cuentas, de la ética pública.
El gran reto ahora es que, con una nueva fuerza política aplastantemente mayoritaria, son muchas las tentaciones autocráticas, sobre todo sumando a la ecuación la fuerza de la inercia presidencialista y los modos monopolizadores de los espacios políticos, estilo PRI.
Desde ya los contrapesos que puedan venir desde abajo y a la izquierda serán muy necesarios para impedir que la fuerza inercial del sistema priísta, que actualmente ya no necesita al PRI, se acomode como un simple reciclamiento de las élites.
El regreso de un populismo tipo Echeverría es un escenario que algunos analistas no descartan en el acomodo de las nuevas fuerzas políticas que, así, serán coptadas y mutiladas.
Otros contrapesos, desde la ultraderecha, seguramente apostarán por el retorno del viejo populismo con tal de mantener intocados sus privilegios, por lo cual se montarán en las inercias malsanas del sistema para impulsarlas a fin de mantenerlo vivo.
Así, entre la amenaza de un caudillismo que surge sin revolución y una inercia autoritaria donde se acomodan los poderes fácticos, los ciudadanos debemos estar muy alertas para que el cambio por el que hemos decidido en las urnas no se tuerza en una renovación de la clase política que sólo cambie de siglas, pero repita los mismos modos de ese priísmo que, con el voto, hemos decidido enterrar, aunque arrancarlo de nuestro ser no será algo que se pueda dar en automático.
Muy alertas debemos estar para desarticular todos esos esquemas de simulación que nos quieran vender como prácticas democráticas. Desde lo local en pueblos y colonias y desde lo nacional en las políticas del gobierno federal, nuestra mirada debe permanecer atenta para denunciar, advertir y detener el regreso de los viejos modos priístas, que nos impedirán hacer nuevos caminos en nuestro andar por el territorio virgen de una democracia recién parida.
¿Tendremos los mexicanos la capacidad, la claridad, el interés y la voluntad de anular al priísmo que llevamos en nuestro ADN político?