México, 2 de diciembre 2018 | Por Rodrigo De la Serna

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Buenos días Rosa Aurora, madre mía y de mis tres hermanos. Hace 31 años nos dejaste en este mundo y desde entonces no he dejado de extrañarte. Pero ayer pasó algo extraordinario, te lo quiero contar, antes te pongo al tanto de nosotros.

Tus hijos bien. Lalo y Kike son padres de familia chance próximos a ser abuelos. Manu lleva buena vida a pesar de una sociedad que tanto se nos ha puesto en contra. Por mi parte he podido ser fiel al camino, escribo. Tus dos maridos, ya sabemos, hace mucho te siguieron cada uno a su modo, una vez cumplida para bien la vida que les tocó.

Ahora vivo en San Miguel Allende, lejos del Caribe. Dos años y meses fructíferos, sólo día a día me mina sin remedio la ausencia del mar. Algún día he de volver, mientras seguiré haciendo camino visto que dinero no sé hacer. Algo semejante me ha ocurrido con el amor; quizá me corresponde ser un solterón indomable, hasta hoy ignoro si por oficio o por compartir el universo a solas. Ya no me reproches no haberme casado con la flaquita Pilar.

Me imagino que a ti y al viejo les sorprenderían, más bien gustarían de lo que apenas comenzamos a vivir hace unos meses. Ayer tomó posesión como presidente de la República, un hombre poco semejante a la gente de poder que padecimos tantas décadas. Si bien es un político, y al serlo significa que le tengamos una histórica desconfianza en especial en México, el dirigente y su equipo han dado muestras de obrar con otro sentido del poder. Al parecer sí obran en consecuencia con lo que proponen: que caminemos por un rumbo perdido desde 1940.

Tú naciste en el año de la Expropiación Rosa madre mía… ayer emocionaba ver una inusual ceremonia en pleno zócalo de La Ciudad. Una congregación de Indias e Indios de México, daba su venia y apoyo ungiendo a su dignatario nacional. Es política, cierto; está por verse hasta dónde será efectiva en la práctica, hasta dónde se le apoye. Pero su inicio ritual desde el Templo Mayor rompe con moldes y esfinges criollas, clasistas en el peor sentido: conservas rancias. Sólo un ritual podía metaforizar con eficiencia tal parteaguas histórico, que al fin da su lugar en toda ley a los verdaderos dueños de la nación, los pueblos originarios de México en sus cuatro puntos cardinales, injustamente depositarios de miseria y marginación en cinco siglos.

Te confieso que desconfío de cualquier tlatoani resurrecto como símbolo per sé, me han tocado varios, el peor el que se vistió de soldadito. Hoy creo ver a un grupo de mujeres y hombres, jóvenes o senectud, niñez y adultos, del sexo o género que sean, decidiendo y obrando; y el señor López Obrador como uno más. Bien por él, en buena lid se ha ganado su sitio. Sus primeras horas como poder legítimo cambiaron un orden de prioridades hasta hace poco inamovibles; no fue a rendir pleitesía (ni a recibirla) en institutos armados, grupos y sectores de poder tecnócrata-corporativo, que apuntalan el régimen post-revolucionario. El gobierno nacional abolió tal besamanos al ponerse a disposición primero de jubilados, pobres,  discapacitados, violentadas, desplazados, víctimas abandonadas, desempleados, los desechados. De mañana se le declaró el servidor público de Tod@s, de tarde se lo juró a 100 millones de mexican@s en malas condiciones, la gran mayoría en este país.

Anoche Rosa, era difícil creerlo; lo que anhelábamos en ’68… ’88… ’94… esos deseos alguien los citaba ahora como políticas públicas a realizarse desde ya. Ante la multitud apoyándolo in situ, ante la audiencia de México en cadena nacional y para todo el planeta, anoche se puso en práctica lo que tu generación, la mía, y la de tu nieto Emiliano, hasta hace poco veíamos como “lo ideal… lo necesario… lo utópico… tendría que hacerse pero…”

Te confieso tales resabios; ojala no se trate solamente de un “estilo personal de gobernar”, y que sí sucede algo diferente a lo que Don Luis el gran gesticulador engatusaba a la familia –sobre todo a mi viejo. Ah, esos primeros choques entre él y yo… tú sabes que el viejo siempre me ganaba, el otro no.     

Ayer un hombre poco diestro en la oratoria como debe de ser, sin hacer gala de artificio por conveniencia, como experto en la práctica pedía detener el desastre entre todos, la pobreza por erradicar, acabar con la corrupción como cultura obligada y abatir las verdaderas causas de tanta gente metida a la violencia, basta de malvivir sin otras oportunidades; todo expuesto con cifras comprobables, plazos específicos, un programa y método claros y definidos.

Ayer me tocó presenciar un hecho inédito en mis años de vida: el poder ciudadano aliado al político, o viceversa, y por fin que un amplio sector del capital respalde este nuevo proyecto de nación. ¿Sabes qué pienso amá?: que hasta que se demuestre lo contrario, este intento por detener el desastre actual vía el poder público, es lo más consistente que haya podido ocurrirle a la vida mexicana desde 1934. 

Ojala Rosa Aurora, me entiendas que al recordarte a 31 años de tu partida, también me acordé de lo que ayer comenzó en nuestra tierra. No podía dejar de contártelo. Esta vez me despido de ti contento, casi emocionado. Sonríele por favor al hijo que te extraña pero hoy se siente agraciado; no estás tú, pero créeme: aunque suene increíble México ya no está en manos de ladinos.

Casa del árbol SMA

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