CUEVA BALAMKÚ EN CHICHÉN ITZÁ: Tláloc, un dios extranjero en el corazón del mundo maya

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YUCATÁN, MX.- El hallazgo en la cueva Balamkú de cientos de objetos rituales, en su mayoría vasijas con la efigie de Tláloc, ayudaría a responder preguntas sobre la historia de Chichén Itzá; La revelación arqueológica emanada de las entrañas de la tierra está marcada por el agua, publicó Diario de Yucatán.

Los objetos, que por cientos se han encontrado en la cavidad subterránea, consisten en su mayoría en incensarios con la efigie de Tláloc, la deidad tolteca de la lluvia. La primera persona —integrante de la familia Masón— que en la década de 1960 reportó la existencia de la cueva, habría dado con ella mientras buscaba agua sagrada (de cenote) para realizar ceremonias que perviven en las comunidades mayas.

Y el grupo de arqueólogos expedicionarios encabezado por Guillermo de Anda Alanís que en 2018 la reencontró, llegó hasta ella al intentar explicar un descenso inusual en el nivel de agua de un cenote cercano.

“Hemos insistido en el hecho de que es una cueva que puede reescribir la historia de Chichén Itzá. ¿Qué hace Tláloc aquí? Ni mis colegas ni yo tenemos ahora la capacidad de contestarlo; pero gracias a esta cueva la tendremos”, asegura De Anda, quien a principios de marzo presidió en Ciudad de México el anuncio de los hallazgos, que hasta ahora consisten en siete ofrendas con decenas de objetos en extraordinario estado de conservación.

“No se debe minimizar la importancia de esta cueva; al contrario, debemos protegerla y crear un modelo de investigación arqueológica”, subraya el arqueólogo subacuático y director de Gran Acuífero Maya, proyecto de investigación en el marco del cual, en la línea de estudio “Chichén Itzá subterráneo”, tuvo lugar el descubrimiento a unos kilómetros al este de El Castillo.

La semana pasada el equipo de trabajo multidisciplinario completó el mapa de los primeros 500 metros explorados de un total cuya cifra exacta actualmente se desconoce. “Es una cueva extensa y hay dificultad para llegar a las zonas, son cinco o seis horas de arrastrarse, aparte de que hay poco oxígeno en el aire”, explica De Anda a Diario de Yucatán.

“La cueva no tiene tramos sumergidos”, precisa. “En la segunda parte hay áreas semiinundadas y uno se arrastra sobre un lodo muy espeso. La razón es que cambia el estrato de la cueva, hay goteo constante de las estalactitas y ya estamos muy cerca del manto freático. El agua la tenemos a la vista, pero a través de un pasaje muy estrecho al final de la cueva”.

“Creemos que las condiciones de la cueva son muy similares a las de la época en que fueron hechos estos depósitos, en algún punto entre los siglos IX y X de nuestra era”.

La datación es relevante, ya que explicaría no solamente la razón de las ofrendas, sino también de la representación de una deidad tolteca en una urbe maya. “Los incensarios tienen el contenido intacto y esto nos ayudará a contestar claramente la pregunta: ¿por qué tenemos un dios extranjero en el corazón del área maya?”, apunta De Anda.

“La visión durante muchos años fue que hubo una invasión del centro de México a Chichén Itzá, pero es algo totalmente improbable y de lo que no se ha encontrado ningún registro material. Más bien parece haber sido una presencia o influencia. Algunos iconografistas han dicho que las representaciones de Tláloc son más bien las de un Chaac (dios maya de la lluvia) modificado”.

De Anda indica que “esta presencia se debe probablemente a un problema de toda Mesoamérica hacia los siglos IX, X y XI de nuestra era, en los cuales se registraron grandes sequías que podrían haber creado un ambiente de desesperación: deja de llover, deja de haber agricultura, se está acabando la vida…”.

En reacción a los cambios ambientales es factible que hubiera gente que migrara en busca de mejores condiciones de vida o que se hicieran alianzas, “como en esta combinación de deidades del centro de México y el área maya”.

De acuerdo con De Anda, las ofrendas en Balamkú habrían sido “un esfuerzo de desesperación”. “Eso se nota en esta cueva: los mayas están desesperados por llegar a la entraña de sus dioses”.

“Qué enorme devoción necesitaron tener”, dice el investigador de la Coordinación Nacional de Arqueología del INAH. “Nosotros llevamos casco, lámparas sofisticadas, ropa que nos protege; ellos entraron prácticamente desnudos, con una antorcha en la mano y un enorme incensario en la otra y tratando de que no se rompiera. Hay pasajes de 35 centímetros de alto por los cuales entraron e hicieron su depósito. Es un gran esfuerzo humano”.

La huella tolteca ya se había detectado en otra cueva de la zona: Balamkanché, hallada en 1959 y donde se encontraron ofrendas con unos 70 incensarios similares a los que hay en Balamkú.

Dada la importancia de este último sitio “tenemos la hipótesis de que debe contener otros materiales, como restos óseos humanos y enterramientos o depósitos producto de sacrificio”, afirma De Anda, quien revela que en la temporada de exploración del año pasado en Balamkanché se hallaron por primera ocasión huesos humanos.

El reconocimiento completo de Balamkú —nombre dado por los pobladores de la zona y que en maya significa “Dios Jaguar”— tomaría un mes y medio, pero “el verdadero estudio de la cueva llevará años, porque lo vamos a hacer como estamos acostumbrados: con mucho cuidado”.

“Es un tesoro de información. Esta cueva quedó prácticamente detenida en el tiempo y ahora tenemos los elementos para entenderla. La cueva nos quiere hablar y hay que hablar su lenguaje, el de la ciencia: el registro arqueológico impecable y la toma de muestras que se lleven al laboratorio”.

¿Qué respuestas nos pueden ofrecer los lugares subterráneos sobre la vida en la superficie? Los espacios subterráneos nos pueden dar una imagen de la vida en superficie que no tenemos, porque ahí quedan plasmados momentos específicos en la historia de un sitio. Ahora podemos analizar los suelos para buscar semillas, hacer estudios paleobotánicos y utilizar nuevas técnicas de laboratorio arqueológico para tener una imagen única de la vida en superficie.

¿Qué tanto influía la idea del inframundo en la vida cotidiana de los mayas? Muchísimo. La tercera capa del universo (las otras eran cielo y tierra) era muy importante porque del corazón de la tierra provenía la vida, ahí se resguardaban los alimentos y el agua. Los mayas afirmaban que la lluvia venía de nubes que nacían en una cueva y subían al cielo. Por eso en gran cantidad de cuevas hay evidencia de presencia maya; eran percibidas como espacios especiales de su universo.

¿Qué preguntas nos falta responder sobre la vida de los mayas? Nos faltan muchísimas. En el caso de Chichén Itzá, ¿cómo fue su colapso, cómo sobrevivieron a la intensa sequía, cuáles fueron sus estrategias..? Nos falta entender de dónde vinieron los itzaes, cómo se dio la presencia del centro de México y, una de las más difíciles, cómo fue el acercamiento ritual a los espacios subterráneos. ¿Por qué un dios extranjero en un espacio tan sagrado? ¿Es un acto de desacralización? ¿O es lo contrario: un esfuerzo por lograr una mayor sacralidad a través de un dios de otro sitio? Las cuevas son los santuarios de los arqueólogos. (Fuente: Diario de Yucatán)

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