Historia de un tabasqueño que quería emular a Juárez y Cárdenas, y terminó por parecerse a Zedillo y Salinas | Por Gilberto Avilez Tax

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La rifa del avión presidencial es una especie absurda de “minifobrapoíta”: ganan unos y paga, como siempre, el pueblo “bueno”: paga un avión pagado antes. Doblemente paga.

¿Acaso el tabasqueño ha puesto a investigar a los neoliberales que compraron el avión?, ¿qué se ha hecho con esa “minoría rapaz” que en tiempos del “neoliberalismo” saquearon y desventraron a México?

Nada, no se ha hecho nada, pero el pueblo que pague el avión y el pueblo “bueno” -“siempre güey”, dijo el papa- pague y abone.

Es la triste historia de un señor deslenguado que quería emular a Juárez o a Cárdenas, y terminó por parecerse mucho a Zedillo y Salinas. Más de lo mismo.

Postdata larga

Por la prensa, ayer nos enteramos que un juez federal decidió embargar los bienes del investigador y periodista del Colegio de México, Sergio Aguayo, si no le paga a Humberto Moreira la friolera de 10 millones de pesos. En una de sus columnas de hace unos años, el Dr. Aguayo, experto en temas de seguridad nacional, guerrillas y transición a la democracia del sistema político mexicano, se refirió del exgobernador de Coahuila en los siguientes términos: “Es un político que desprende (un) hedor corrupto; que en el mejor de los escenarios fue omiso ante terribles violaciones a los derechos humanos cometidas en Coahuila, y que, finalmente, es un abanderado de la renombrada impunidad mexicana”.

Ese hedor corrupto, señaló recientemente Aguayo, está presente en una posible red de complicidades del Poder Judicial de la Ciudad de México, que una resolución que es violatoria a todas luces de los parámetros internacionales de la libertad de expresión, nos da muestras fidedignas de que, a más de un año del gobierno de la 4T, la estructura delincuencial del estado corrupto que tanto gangrenó a este país mediante saqueos, exacciones, relaciones con la delincuencia organizada y denegación total del Estado de derecho, hoy más que nunca está vivita y coleando. La corrupción, aunque fue la idea motriz con que el presidente actual llegó al poder al establecer que acabaría con ella como por ensalmo una vez afincado en la silla, sigue y seguirá pues no vemos mecanismos jurídicos, administrativos y de saneamiento del sistema jurídico por ningún lado. La izquierda caviar y la izquierda silvestre que hoy gobierna, se asemeja mucho a sus “enemigos” los neoliberales.

A un año de tantas chapuzas y chabacanerías de un pésimo gobernante, AMLO y sus secuaces no han movido ni un dedo para modificar la careta represora, corrupta y mafiosa del Estado neoliberal. Como Fox, se sirve de ella.

¿Ha dicho una palabrita por esta infamia contra el Dr. Sergio Aguayo? Nada, pero un conocido pluma pronta de la 4T, el gringo John Ackerman, el 30 de diciembre de 2019 escribió este discurso de odio contra el Dr. Aguayo:

“Personajes como Aguayo y Denise Dresser, para sólo mencionar un par de ejemplos, creen que se lucen asestando golpes bajos al nuevo régimen democrático, cuando en realidad sólo evidencian su profundo conservadurismo.

Pierden legitimidad y rigor al confundir la gimnasia con la magnesia y hacen el juego sucio a los poderes fácticos en su cruzada contra la transformación que hoy se vive en la Nación”.

No verán a AMLO siquiera decir una palabra de aliento al Dr. Aguayo. Ackerman ya lo dijo: Aguayo no tiene “legitimidad” alguna, es decir, por no bajar el cérvix y dar respaldo incondicional y acrítico al gobierno de la 4T, estos analistas políticos “evidencian su profundo conservadurismo”. AMLO ni los ve, ni los oye, pero en las lides internacionales México se convierte en un claro ejemplo de país violatorio de la libertad de expresión. Es la triste historia de un tabasqueño que quería emular a Juárez o a Cárdenas, y terminó convirtiéndose en mal imitador de Díaz Ordaz.

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